¡Qué maravilla de película! Impresionante. “La habitación del hijo” es un filme donde los sentimientos y las emociones del espectador se entremezclan, comparten protagonismo, desaparecen y vuelven a aparecer. Una película sumamente bella, pero no por ello cruda, muy dura, poniendo al límite al espectador emocionalmente. De ahí que me resulte tan complicado y paradójico el recomendarla. Es una obra maestra, pero es muy dura. Y con poner al límite, no me refiero a nivel intelectual o de comprensión narrativa. La película de Nanni Moretti es en apariencia muy sencilla. Con poner al límite, me refiero a un nivel mucho más profundo: a nivel emocional.
Y es que, este filme italiano ahonda en el alma humana, ese ente tan complicado de observar y, por lo tanto, de filmar. Sin embrago, parece que a Moretti dicho acto de reflexión y paciencia (porque el alma humana emerge paulatinamente y de forma caótica e impredecible) le resulta sencillo. En “La habitación del hijo” he sentido en algunas escenas que la propia familia de Giovanni era la mía. Con situaciones cotidianas y relaciones familiares que, me atrevo a afirmar, que ocurren en cada hogar. Con una puesta en escena sencilla, aparentemente carente de significado, Moretti logra filmar lo cotidiano. Pero ¡qué difícil es filmar la costumbre, los hábitos, lo cotidiano sin caer en el error de mostrar algo forzado, ficticio y/o pretencioso! Aquí no ocurre nada de eso. Uno tiene la sensación de formar parte de la familia de Giovanni, y de vivir con ella sus triunfos, sus alegrías, pero también sus miedos y sus fracasos.
Por otro lado, me ha resultado absolutamente maravilloso e inteligente el hecho de que Giovanni (el propio Moretti) sea psicólogo y nos muestre su quehacer profesional. ¿Por qué? Básicamente, y así lo creo, Moretti emplea a los pacientes y sus problemas como vehículos o herramientas para mostrarnos la propia psique de Giovanni. El director italiano tiene la suficiente delicadeza para que esta analogía no resulte impostada. Además, hace uso de la paradoja; es decir, pese a que Giovanni sea un personaje tan hermético y frío, lo sabemos casi todo de él gracias al entorno que lo rodea.
Este hecho deriva en una dirección de actores muy bien trabajada. Una mirada, un gesto, una acción redundante o aparentemente vacía y que, sin embargo, ¡dice tanto! Lo cual supone una nueva paradoja. El minimalismo gestual como vía a expresar un sinfín de sensaciones o emociones que con la palabra podría ocurrir dos cosas: o bien se alargase la explicación/descripción de dicha emoción, suponiendo un lastre en el desarrollo narrativo de la historia; o bien, que limitase la manifestación de esa emoción.
Además, hay otros elementos que me han gustado mucho en esta película, como son el montaje y la música seleccionada. De todos modos, y por no entrar en terreno spoiler, no ahondaré en estos aspectos. Prefiero mencionarlos para que aquel que haya visto o vea la película tenga presente el uso de estos dos elementos del lenguaje cinematográfico. Lo mismo ocurre con la escala de planos, donde el primer plano y el plano en detalle son, en términos narrativos, tan útiles e importantes.
Por lo tanto, “La habitación del hijo” es una obra maestra. La recomiendo sin lugar a dudas. Moretti logra con suma sencillez romper en mil pedazos ese armazón que todo ser humano se impone a sí mismo para no manifestar delante de otros sus emociones y sentimientos. Él muestra al ser humano “desnudo” y “sin escapatoria”. Dolor, alegría, tristeza, felicidad, amor, desolación, etc. Todo ello fluye de forma natural en esta película. ¡Hay tantas cosas que me transmite esta película! Y ni siquiera soy capaz de traducir alguna de ellas en palabras... Me gusta considerar lo escrito hasta ahora como una breve aproximación a la película. El filme de Moretti es tan rico y profundo que todo texto sobre él se queda corto.
Véanla. Se lo pido como un favor personal.