Correcto punto y final a una gran saga de terror
por Tomás AndrésPatrick Wilson debuta como director con un gran acierto al combinar el drama familiar y los elementos sobrenaturales típicos de la saga en Insidious: La puerta roja. En esta cuarta entrega el "más allá" se revela como un microcosmos que impulsa las historias de los personajes. Sin la presencia de Elise Rainer, es ahora la profesora de arte de Dalton (Hiam Abbass) quien le anima a explorar más su subconsciente mientras trabaja en su gran obra: un lienzo de una puerta roja que ve en sus pesadillas. A medida que estas sesiones de trance desvelan secretos sobre su vínculo con el mundo de los espíritus, tanto la relación de Dalton con Josh como la actividad de los espíritus inquietos se intensifican. Esta historia común de "pecados del padre" y el camino hacia la reconciliación es una base temática simple, pero firme para justificar la voracidad de las entidades malignas, y se ve reforzada por las buenas actuaciones de Wilson y Ty Simpkins.
En comparación con las entregas anteriores, la estética es distinta, y también el escenario. Las dos primeras partes tenían un aire de producto de entretenimiento y terror. Sin embargo, Insidious: La puerta roja, también aprovecha parte de su tiempo para profundizar en el drama familiar y con el solitario Dalton tratando de adaptarse a la vida universitaria. Hay momentos bastante desiguales cuando el protagonista establece vínculos de amistad con su compañera de cuarto en la residencia y otra escena que ocurre en una fraternidad. Eso no significa que una película como ésta no pueda tener algunos momentos de ligereza y diversión, pero algunos momentos parecen extraídos de una comedia universitaria de mediados del 2000 en lugar de una película de terror. El resultado es desconcertante en ocasiones. Aún así, supone un cierre más que correcto para una de las franquicias de género más exitosas de los últimos años.
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