Existe desde finales del siglo XIX en el Reino Unido, primero en la literatura y después en el cine, una gran tradición de historias de crímenes y misterio. El filme que nos ocupa parte de una base real a priori interesante: después de la representación número 100 de "La Ratonera" (la celebérrima obra de teatro de Agatha Christie) se comete un asesinato. Ahí acaba lo bueno por desgracia: un guión ramplón, simple, deslavazado y soso como una comida de hospital hace que medio dormite en la sala, estado de ánimo compartido por mis amistades.
Y es una pena porque, como en todo este tipo de películas "british", la ambientación, los decorados y el vestuario de época (1952) son magníficos. En cuanto a los actores apenas se salvan Adrien Brody (otra víctima de la maldición de los Oscar, es una pena que no se prodigue más) y una encantadora (aquí si que no puedo ser objetivo) Saoirse Ronan,
En fin, perfectamente desdeñable, no vale la pena.