A principios del siglo XX, en la Nápoles de la Belle Époque, los teatros y los cines están en auge. El comediante Eduardo Scarpetta es el rey de la taquilla. A pesar de su origen humilde, el éxito le ha hecho un hombre muy rico. Se sitúa en la escena teatral con sus comedias y bajo la máscara del personaje Felice Sciosciammocca logra reemplazar a Pulcinella la mente del público napolitano. En el apogeo de su éxito, Scarpetta se permite una apuesta peligrosa: decide parodiar la obra La hija de Iorio, una tragedia del mayor poeta italiano de la época, Gabriele D’Annunzio. La noche del estreno la obra es interrumpida por gritos, silbidos e insultos de los poetas y dramaturgos de la nueva generación que gritan escandalizados. Scarpetta termina siendo denunciado por plagio por el propio D’Annunzio.