El infinito está mucho más allá de lo que imaginábamos
por Alejandro G.CalvoSe cumplen 27 años del estreno de Toy Story (1995). Recordemos: la primera película de dibujos animada únicamente con efectos digitales, así como el primer largometraje de la compañía Pixar que, posteriormente, sería adquirida por Disney en 2006. John Lasseter, director de la película y director histórico de Pixar, hace tiempo que ya está fuera de la foto -ya sabéis: política de cancelación del Siglo XXI-, y hoy en día el que figura como director creativo de la compañía es Pete Docter, ahí es nada, la mente pensante detrás de Monstruos S.A. (2001), Up (2009), Del revés (2015) y Soul (2020). Pero es que Docter también estaba detrás de Toy Story, dado que la idea original surge del trabajo en común entre Lasseter, Docter, Andrew Stanton (otro gigante de Pixar) y Joe Ranft (fallecido prematuramente en 2005 a la edad de 45 años). El hecho es que desde el lanzamiento de Disney+, todos los caminos de Disney -Pixar, Marvel, Star Wars, Disney Animation, etc- se han ensanchado, dando camino a una política de productores que tejen su distinto universo cinematográfico, siguiendo la rutina de los showrunners de las series de TV, y cediendo la realización/dirección de sus contenidos audiovisuales a nombres poco conocidos o primerizos dentro de la industria (no estoy contando, obviamente, casos aislados como la elección de Sam Raimi para dirigir Doctor Strange en el multiverso de la locura).
De ahí que de entrada el nombre de Angus MacLane, director de Lightyear, no suene de buenas a primeras. Pero MacLane, que además de dirigir coescribe el guión de la película junto a Matthew Aldrich -el de Coco (2017)- y Jason Headley -el de Onward (2020)-, es un hombre de la casa. De hecho, lleva en Pixar desde Bichos (1998) o, mejor dicho, desde el cortometraje El juego de Geri (1997), y ha trabajado como parte del departamento de animación en, prácticamente, todas las películas de Pixar. Como director se estrenó en los formatos cortos de la compañía en tres pequeñas joyas: BURN-E (2008), Pequeño gran Buzz (2011) y Toy Story: ¡Terror! (2013), y en el campo del largo la única muesca en su CV era la codirección de Buscando a Dory (2016). Todo queda en Pixar, vaya.
Dicho esto: Lightyear, más que un 'spin-off' de Toy Story (que también), vendría a ser la película que ve el pequeño Andy y de la cual surge la action figure de Buzz Lightyear que acaban regalándole sus padres y que daría inicio a todo este maravilloso mundo de películas animadas que nos ha inundado desde entonces. De todas las excusas para buscarle una película en solitario a Buzz, ésta me parece perfecta. Así que lo que el espectador encontrará cuando se enfrente a Lightyear no va a ser un aparato nostálgico pelagatos destinado a emocionarse porque la película le va a llevar a un momento de su niñez donde fue feliz y comió perdiz y blablabla. Ni de coña. Lightyear, con sus muchísimos aciertos y sus escasísimos errores, es una de las mejores películas de ciencia ficción de los últimos años. Una ciencia-ficción que nada tiene que ver con la mostrada ni en el cine de superhéroes ni la ciencia-ficción elevada de Christopher Nolan, Denis Villeneuve o Alex Garland -por citar los pesos pesados del género-. Lightyear destila aroma de 'sci-fi' clásica: como si Richard Fleischer estuviera adaptando a Ray Bradbury, como si Robert Wise llevara al cine la obra de Dan Simmons, qué coño, como si Steven Spielberg hiciera un 'remake' en clave de aventura de Terror en el espacio (1965) de Mario Bava.
Lightyear es cine de aventuras primigenio: el del hombre atrapado en una circunstancia aparentemente irresoluble que debe apañárselas cómo sea para salir de ahí. Y lo hace con el estilo Pixar sobradamente conocido: un acabado de las imágenes superlativo, un continuo de 'gags' humorísticos realmente tronchantes y un puñado de personajes entrañables (aunque aquí igual es donde más flojea el asunto). Buzz, con la voz de Chris Evans, se redescubre como un Maverick carcomido por un error accidental que acabará sometido a una batidora de viajes en el tiempo que le obligará a tomar perspectiva de lo qué es, de lo que fue y de lo que puede llegar a ser. Todo ello perfectamente engrasado y funcional para que esta película, pensada para toda la familia, logre emocionar sin tampoco demostrar ningún esfuerzo superlativo.