Una joya del anime, tan real que da miedo
por Alejandro G.CalvoEl cineasta japonés Mamoru Hosoda lleva años siendo un tótem del anime contemporáneo. Ni una película mediana, todas buenísimas: La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Summer Wars (2009), Los niños Lobo (2012), El niño y la bestia (2015), Mirai, mi hermana pequeña (2018).
Y Belle, su última película que estrenó en Cannes en la sección Premiere y llega ahora a los cines, no se queda atrás. El filme revisita el clásico cuento de hadas francés, La bella y la bestia, del que aún se discute la autoría original- aunque es atribuido a la autora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve- y fue popularizado por Walt Disney en su versión animada de 1991 La bella y la bestia -aunque hay versiones rusas décadas anteriores- y tuvo una desastrosa versión en ficción en real en 2017 el musical La bella y la bestia .
Hosoda, que ya había explorado la toxicidad y agresividad de los mundos digitales -Facebook, principalmente- en la soberbia Summer Wars, lanza a su Bella y su Bestia a una nueva red social totalitaria, llamada 'U', con cinco billones de usuarios conectados y donde los avatares protagonistas se mueven en una imagen deudora tanto del mundo del gaming como de la imaginería fantástica japonesa.
Suzu, la joven protagonista, incapaz de manejarse con naturalidad en el mundo real, se convierte, en 'U', en Belle, una espectacular estrella del pop con millones de seguidores. Allí conocerá a la Bestia, un avatar perseguido por la policía de la red que es un luchador consumado al que le queman las heridas que arrastra del mundo real.
Con una épica desmadrada, muy Frozen (2013), Belle es un derroche visual, una cascada de imágenes tan rápidas como fugaces que ejemplifican bastante bien el signo de los tiempos que corren. La saturación es importante, más si entendemos que este es un musical donde las canciones siguen a rajatabla las reglas de las canciones en el anime (si habéis visto la gloriosa Your Name (2016), sabréis de lo que hablo).
Al final he disfrutado más en los momentos domésticos de Belle que en su desbarre digital multicolor. Un ejemplo: el delicioso momento, muy Akira Toriyama, en el que algo tan sencillo como lograr que dos jóvenes que se gustan hablen entre sí, en una estación de autobuses, aún muertos por la vergüenza, ha dado pie a una de las secuencias más divertidas de las que se vieron en todo el Festival de Cannes del año pasado.
Hosoda en Belle busca retratar por la vía de la hipérbole los tiempos que vivimos, pero es que es exageración buscada, seguramente, se acerca tanto a la realidad, que llega a dar miedo.
Suzu es una adolescente acomplejada atrapada en su pequeño pueblo remoto en la montaña con su padre, al que apenas dirige la palabra desde que murió su madre. Pero en el mundo virtual de U, donde la red construye los avatares filtrando lo mejor de cada uno de sus personajes reales, Suzu se convierte en Belle, un icono musical con más de cinco mil millones de seguidores. Pero esta experiencia ofrece una doble vida difícil para la tímida Suzu, que tomará un giro inesperado cuando conoce a la Bestia, una criatura tan fascinante como aterradora. Así comienza un tira y afloja virtual entre Belle y la Bestia, al final del cual Suzu descubrirá quien es realmente. Una película sobre la identidad, y lo que supone crecer en un mundo dominado por las redes sociales.
Es un director de cine, animador y presentador japonés que estuvo nominado a los Oscar por su película Mirai, mi hermana pequeña en la 91 edición de los Oscar, en 2018. Muy influido por las pelñiculas de Hayao Miyazaki y Studio Ghibli, para quien empezó a dirigir El Castillo Ambulante en 2001, aunque nunca la concluyó. Es el director tras algunos de los animes más interesantes de la última década: Los NIños Lobo, El niño y la Bestia, o La Chica que saltó a través del tiempo.
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