"Gangs of New York" es un correcto drama, dirigido por Martin Scorsese basado libremente en la novela homónima de Herbert Asbury (1928), que contó con un elenco estelar, como lo fue, Daniel Day-Lewis, Leonardo DiCaprio, Cameron Díaz y Liam Neeson, entre otros. Martin Scorsese siempre ha sido un director muy competente, nominado y ganador de tantos premios cinematográficos que no merece mayor presentación. Siempre se ha sentido atraído por reflejar en el celuloide historias de vida que mezclan pasión, ideales, venganza y bastante sangre, en palabras suyas, “vida”. Y este film no sería una excepción. La intención de llevar a la gran pantalla la obra de Asbury se remontan a inicios de los 70s, cuando el futuro aclamado director quedará fascinado por el retrato criminal de la naciente Nueva York. Harvey Weinstein, productor y presidente de Miramax aceptaría la propuesta de Scorsese de embarcarse en el monumental proyecto. Para recrear los fastuosos escenarios que Scorsese había imaginado, el director artístico Dante Ferretti diseñó y elaboró más de un kilómetro y media de decorados en los Estudios Cinecittá, de Roma, con sus cinco manzanas de Lower Manhattan, incluyendo el sector de los Cinco Barrios, un segmento de la costa del Río Este con sus botes, 30 edificios del bajo Broadway, una mansión, un hall, una taberna, un teatro y un casino de juegos.
La historia se concentra en dos claras subtramas, por un lado, las luchas étnicas, las luchas de clases, las ideologías y por ende, el racismo, la xenofobia, y que por momentos son un verdadero recordatorio que Scorsese hace a los estadounidenses de que el país del Tío Sam fue construido por inmigrantes, en especial, cuando siempre han mostrado tener amnesia y mostrarse claramente en contra de la migración actual. Entonces, estamos ante una situación que es muy actual y que sólo ha cambiado de actores. Y, por otro lado, una historia de venganza cuidadosamente hilada, que se gestó en un joven que presenció cuando niño la muerte de su padre y que regresa, para consumarla, teniendo para ello que disfrazar sus ideales como inmigrante extranjero para así infiltrarse. Ahora bien, una cosa es el contenido del guión y otra cosa es que ese contenido sea bien expuesto, y no es que Scorsese no cumpla con ello, sino que uno esperaría de un director de su talla una película, que si bien tiene una trama interesante y pertinente, entregara una narración que no tuviera momentos flojos y hasta difusos. Especialmente y hasta la hora y quince minutos de metraje, cuando Scorsese parece ir pedaleando la segunda subtrama, que es la de la visión de Amsterdam, y su rollo amoroso con Jenny, que resulta poco creíble.
La excelente fotografía de Michael Ballhaus y el ostentoso trabajo de la dirección artística de Dante Ferreti, que ya describí brevemente, deslumbran y ocultan en cierta medida el hecho de que el ritmo no sea tan sólido como se esperase. Ahora bien, Scorsese nos proporcionará siempre la cuota de violencia y sangre que esperamos, eso no se le cuestiona nunca al director. Pero si bien es así, uno no deja de sentir que tanta violencia, que tanto personaje construido en base al dolor, y al miedo como el mismo Cutting alega en un enfrentamiento final con Amsterdam, no provoca un impacto emocional en el espectador. Y es que el espectador puede echar de menos simpatizar o sentir antipatía o conmoverse derechamente con esos personajes que se baten a vida o muerte todos los días, en el floreciente Nueva York. Quizás, uno de los problemas mayores de la película es que intenta abarcar mucho, en sus casi 3 horas de metraje. Parece que el director pasara por alto el hecho de que su película alegara una sociedad callejera. No encontrar profesionales o gente, diríamos, preparada en los grupos protagonistas, nativos y mayormente en los inmigrantes, aunque están los grupos ricos, parece orillar la estructura de los personajes a grupos que no saben otra forma de organización que no sea la pandillesca. En fin, me quedo con la última media hora, sangrienta, conmovedora por momentos y electrizante, un final dantesco con las hordas matándose una vez más y la autodestrucción que generará el nacimiento de algo nuevo.
Las actuaciones son correctas, comenzando con un Daniel Day-Lewis en el rol de William Cutting, que sirve de padrino dentro y fuera del set para Leonardo DiCaprio, que demuestra tener algunas herramientas para sacarse de encima su estigma de joven taquillero. Day-Lewis es el sostenedor de la tensión y se pasea por los diferentes escenarios con cierta autoridad, convirtiéndolo en un villano atípico, que muestra ciertos momentos de nobleza cuando recuerda al padre de Amsterdam, pero que al final de cuentas es el “puto amo”, por algo es el único actor que ha ganado el Óscar al Mejor Actor Principal 3 veces. Cameron Díaz tiene un papel secundario, no deslumbra ni falla en su papel de Jenny, una carterista que ha aprendido a sobrevivir y a convivir con lo que le ha tocado, oportunidades efímeras, pero no convence del todo la química con DiCaprio, teniendo un romance a lo sumo forzado. Brendan Gleeson tiene un papel interesante, como “Monk” McGinn, que creo debió haber tenido mayor protagonismo, en especial cuando se convierte en mecanismo para la venganza de Amsterdam. Liam Nesson, aunque aparece brevemente, genial. Odio que un actor de su nivel haga este tipo de papeles tan repentinos, ya que podría dar mucho más de sí.
En definitiva, una película sólida en líneas generales, pero no perfecta, que se debió haber simplificado más quizás en desmedro del romance para fortalecer el discurso crítico, que sin embargo está ahí, ése sobre la tolerancia, ése sobre las ideologías, ése sobre las etnias, la pertenencia y la supremacía. Me da la impresión de que Scorsese se molestó tanto en hacer una recreación tan perfecta de la ciudad de Nueva York que descuidó la historia, pero aun así hizo un film digno de ver, algo que solo pueden conseguir los auténticos genios del celuloide.