Película española del 2022, de una duración de 107 minutos, con una valoración de 6/10, bajo dirección de Félix Vizcarret y guión de David Muñoz, novela de Juan José Millas, con un presupuesto de 4 millones.
Película inquietantemente entretenida y muy bien resuelta narrativamente a pesar de las enormes dificultades que presentaba el material literario de partida.
Desde esta premisa desconcertante que imaginó al escritor valenciano Juan José Millas en su novela Desde la sombra, Félix Viscarret junto a David Muñoz en el guión, ha hecho una película centrada en trasladar al cine la manera de comportarse y la forma de pensar de su desconcertante protagonista. Imprevisible en sus soluciones cinematográficas, la mirada del voyeur, por suerte, no encaja del todo en ningún catálogo de géneros cinematográficos, lo que ofrece un frente amplio donde ir declinandose.
Félix Viscarret se hace cargo de la inestabilidad que pisa para proponer una historia que igual remite al fantástico que al realismo más crudo (y cutre) de la telerrealidad. No mires a los ojos es de la misma manera un drama casi costumbrista que cuenta la historia de una mujer acosada por el drama de la pérdida de un familiar (Leonor Watling también recuperada para el cine) que una intriga siempre pendiente del momento fatídico en el que lo velado saldrá a la luz. Y todo ello sin renunciar a ese instante de perplejidad en el que la realidad se viene abajo desde el pasmo de la cotidianidad. En efecto, este filme tiene mucho de esa comicidad desde el extrañamiento de Millás.
El resultado es una película que sorprende a cada paso que da (Iñaki Gabilondo haciendo a la vez de sí mismo y de todo lo contrario resulta algo más que sólo asombroso). El director se las arregla para componer una fábula a la vez tremendamente verista y alucinada; cuerda en su paranoia; jovial en su más íntima desilusión. La historia es cine lanzado contra la pantalla, dispuesto a romper la ilusión de una cuarta pared que, antes que ser mirada desde el patio de butacas, nos mira. Y nos impele a salir del armario de soledad, de cualquiera de ellos.
Un guion enormemente ágil en el que no hay secuencias de relleno ni tiempos muertos y, además, han evitado ciertas soluciones que habrían resultado lícitas y facilitado el trabajo como recurrir a la voz en off (recurso únicamente presente al inicio del film) o introducir un narrador que presentara a los personajes y pusiera al espectador en situación. Por contra, se mantiene fiel a las complejas líneas narrativas presentes en la novela de Millás y utiliza al presentador de televisión Sergio O’Kane (Juan Diego Botto), un practicante de telebasura espectáculo al que pone en contraposición con la figura de un periodista serio del perfil de Iñaki Gabilondo.
Paco León se sale con éxito de su zona de confort interpretativo de la comedia y, nos presenta un registro totalmente diferente, encarna con acierto a un tipo extraño, serio y apático, con un fondo de bondad pero rodeado de sombras que, por momentos, le tornan siniestro. Las motivaciones que guían sus actos no siguen nunca un desarrollo convencional, lo cual contribuye a aumentar la sensación de incertidumbre. No hay nada previsible, como tampoco lo hay en la literatura de Millás. Leonor Watling da vida a una mujer insatisfecha con todo, definida más a través de lo que ha perdido que de lo que tiene. Watling recrea con acierto los matices interpretativos de una mujer que acomoda una realidad extraña a su conveniencia existencial o, quizá cabría decir, a su supervivencia emocional. Por su parte, Àlex Brendemühl interpreta a un tipo de apariencia gris pero con un doble fondo moral que terminará resultando determinante en el desenlace.
El reparto se completa con Susana Abaitua y María Romanillos que encajan a la perfección en un reparto de altura. Sin embargo, a pesar de la acertada adaptación del guion y del homogéneamente buen nivel interpretativo, lo más destacable es la dirección de Félix Viscarret que continuamente toma decisiones acertadas a la hora de plantear la organización de las secuencias, tanto desde la puesta en escena actoral como desde la ubicación de la cámara. Viscarret evita tentaciones efectistas como filmar desde el exterior el traslado del armario o mostrar directamente las reacciones de los personajes ante algunos hechos particularmente dramáticos. El uso del fuera de campo en el momento culminante del argumento es, quizá, el mejor ejemplo de acierto en este sentido.