Película española del 2021, de una duración de 115 minutos, con valoración de 7/10, bajo dirección de Iciar Bollain y guión de Isa Campo, con un presupuesto de 3 millones. Drama descarnado.
La prestigiosa directora de una forma valiente, equilibrada, áspera, y contundente abordar un tema complicado de pasiones encontradas. Maixabel y el terrorismo de ETA en cómo superar el dolor que ha causado la herida de la historia.
La propuesta de la cinta de propiciar encuentros entre víctimas y asesinos, en la que no parece fácil de asimilar en principio, aunque está avalada por la realidad, ya que su principal promotora ha sido Maixabel Lasa (Blanca Portillo), viuda del político asesinado Juan María Jáuregui, gobernador de Guipuzcoa.
El guion, espléndido, coescrito por la cineasta con Isa Campo, se adentra en los personajes mostrando cómo evolucionan en sus sentimientos y en su modo de pensar y actuar.
Un objetivo que se logra gracias al trabajo sobresaliente de Blanca Portillo, Luis Tosar y Urko Olazabal. La cinta, que avanza sin estridencias, llega a provocar una emoción profunda con su sencillez, sin excesos fáciles. Bollaín demuestra un dominio magistral de su oficio en la que es tal vez sea su película más redonda, ante que siempre elije dirigir
temas complicados sociologicamente , y en la esta vez afronta el inicio del fin de ETA habiendo dejando un camino de 854 muertos y más de 3000 heridos a lo largo de cinco décadas de terrorismo.
La película de Icíar Bollaín tiene como corazón los dos encuentros que la protagonista, una excelente Blanca Portillo, que realiza con los dos asesinos terroristas. Pero para que estas dos escenas tuvieran la fuerza necesaria, para que se conviertan en el torbellino que son, había que llegar a ellas. Y eso lo hace gracias a un guion austero, honesto, valiente y que escucha a todos. Maixabel explica como nunca se ha hecho en que consistieron estos encuentros. Lo hace gracias a esa figura de la mediadora, una figura real pero que aquí sirve para aportar un toque didáctico necesario.
El guion de Isa Campo, guionista de Isaki Lacuesta, es crucial para que este filme emocione sin meter el dedo en el ojo. Es riguroso, consigue que sus saltos en el tiempo no sean confusos, y elige muy bien el arco narrativo, que debe comenzar con el atentado y acabar con una escena tan emotiva como definitoria de su persona.
Bollaín se aferra al guion que ha coescrito con Isa Campo, también consigue su filme más austero.
Aquí todo está medido, desde la música, que nunca subraya, hasta la cámara, siempre acompañando a los personajes.
Nada de esto sería posible sin el reparto del filme. Blanca Portillo es una excelente Maixabel, pero lo que hace Luis Tosar deja sin palabras. En su mirada hay dolor, ese dolor del que no se perdona. Consigue lo imposible, que entendamos lo que había dentro de la cabeza del verdugo. Es un actor increíble que de nuevo con Bollaín saca lo mejor de sí mismo. Y es de justicia destacar las grandes sorpresas de este reparto. Urko Olazabal, como el otro terrorista que tiene el encuentro con Maixabel, es una revelación que rompe el alma del espectador. Igual que la joven María Cerezuela como la hija de la protagonista.
Aunque sea un adjetivo que se use con demasiada asiduidad, Maixabel no es sólo una gran película, sino que es una película importante en un momento donde ETA todavía se usa como arma política. Bollaín vuelve a mirar antes que nadie a sitios donde al cine le incomoda mirar.
Una cineasta que se hace preguntas y nos las devuelve con su peculiar sello, consigue que sus saltos en el tiempo no sean confusos, y elige muy bien el arco narrativo, que debe comenzar con el atentado y acabar con una escena tan emotiva como definitoria de su personaje.