El hombre sin pasado
por Beatriz MartínezRobert Ludlum escribió "El caso Bourne" en 1980, iniciando con ella una trilogía que, tras su muerte, ha sido continuada por otro autor hasta convertirla en una saga de siete novelas. En 2002 Tony Gilroy y William Blake Herron adaptaron la obra de Ludlum para que Doug Liman realizara 'El caso Bourne', con Matt Damon dando vida a uno de los ya más famosos espías de la historia del cine. Lo interesante es que una novela de comienzos de la década de 1980 proporcionara un material tan ajustado y tan actual veinte años después, porque la película de Liman podría verse como un ejemplo claro de cierto cine (o cierto thriller) surgido tras el 11 de septiembre de 2001, esto es, un cine que se emparenta con aquel de la década de los setenta basado en la paranoia y en la desconfianza, sentimientos que fueron calando en los sectores más liberales del cine norteamericano tras los asesinatos, guerras y escándalos que durante los sesenta fueron sucediéndose en su país. Aquella atmósfera fue recogida por Ludlum y trasladada a sus páginas. Y después ha servido magníficamente a los responsables de 'El caso Bourne' para tomar el pulso a la situación del momento. Esa desconfianza, ese temor hacia unas organizaciones gubernamentales que se extralimitan en sus funciones y que trabajan al margen de la propia ley que en teoría defienden (dejando de lado temas morales y éticos), aparece en 'El caso Bourne' mediante un trama apenas existente, lo cual, paradójicamente, se alza como uno de sus mayores logros (y por extensión de la trilogía): conseguir una película de acción pura y dura en la que un guion muy bien estructurado en realidad no está contando apenas nada en dos horas.Evidentemente, parece, y es, un contrasentido. Pero Liman, que luego será superado con creces por Paul Greengrass, crea una puesta en escena basada en un montaje muy veloz para introducirnos en la desesperada situación de un hombre, Jason Bourne (Matt Damon, en el papel de su vida), que ha perdido la memoria y no puede recordar quién es. Esa amnesia, ese vacío en su pasado, lo mueven hacia la búsqueda de una explicación que pueda esclarecer cual es su verdadera identidad, al mismo tiempo que intenta escapar de toda la red gubernamental que ha puesto todos sus esfuerzos en eliminarlo del mapa. Podría decirse que El caso Bourne, su guion, es una simple excusa para construir una película de acción. Sin embargo, la cinta de Liman posee algo diferente, un tratamiento visual (montaje, fotografía) que le otorga personalidad, con todas esas cámaras espiando por todo el mundo al pobre Bourne, que tendrá que ir tirando de los hilos de su memoria para poder salir de cada una de las encerronas que le tienden. La sensación de no sentirse seguro en ningún lugar, el desasosiego de no recordar nada de tu pasado, el movimiento constante por toda la vieja Europa...
Resulta curioso que años más tarde, el propio Liman realizara otra película, 'Caza a la espía', sobre los miembros de la CIA, pero basándose esta vez en un caso real, y que no consiguiera una profundidad sobre el tema tan incisiva como la que alcanzó con 'El caso Bourne'. Liman nos dice mucho más sobre ciertos comportamientos de la CIA en 'El caso Bourne' que en 'Caza a la espía', ya que lo hace de manera directa y sin tapujos. Del mismo modo que, tanto esta primera entrega como las dos de Greengrass, nos acaban hablando más de la globalización y de la idea de aldea global de Marshall McLuhan, que otras películas que pretendidamente intentan basar toda su tesis en ello. Y es que aquí nos encontramos con que el mal no solo no conoce de fronteras, sino que no tiene ni que cruzarlas, porque está ahí dentro, sea cual sea el país. Algo que los norteamericanos entendieron en 2001 a la perfección.
A favor: La perfecta maquinaria de acción y su discurso crítico político.
En contra: Que tuviera que hacerse cargo de la saga Paul Greengrass para que la crítica tomara en serio una película de acción.