MANTICORA
Película española del 2022, de una duración de 115 minutos, con una valoración de 6/10, bajo dirección y guión de Carlos Vermut, con un bajo presupuesto de 20.000 euros.
Es una historia sobre amor y monstruos en los tiempos modernos. Expone en su puesta de escena sobre un pederasta real, de los que viven en el interior escondidos, que te los puedes cruzar en la calle como cualquier persona más en su timidez.
Habla de dualidad de un monstruo social y su necesidad de amar y ser amado, habla sobre el miedo a la soledad, y la necesidad encajar con alguien.
Manticora que es una criatura mitológica con cabeza de hombre y cuerpo de león, con una cola de escorpión que lanza dardos venenosos, el cual representa el mal en el hombre.
A pesar de contar con historias repletas de gente generalmente perniciosa y amoral, Vermut no deja de contar dos historias pasionales, viscerales, donde el amor suele imponerse a la razón y que se toman decisiones drásticas en base a eso. Quizá por eso sus motivos se obtenga un cierto toque de ser entendible en su transfondo, haciendo que el público pueda empatizar sin problemas incluso siendo unos desequilibrados de aúpa.
El amor forma parte intrínseca del complejo puzzle que construye la película, siendo la contraposición del hilo conductor.
Este largometraje se adivina erigiendose como una reformulación contemporánea, constumbrista, y madrileña de 'La bella y la bestia'. El cuento clásico del monstruo que se ve amado por una joven que le comprende, le defiende y le estabiliza. En el filme el secreto de Julián (Nacho Sánchez) enlaza sensiblemente con otra filia secreta la de Diana (Zoe Stein) y su pasión por los desvalidos, por los incapacitados ya sean físicos o sociales. La complejidad de la narrativa irá quitándose capas a medida que se acerca a su tercer acto, con Vermut desvelando unos giros de guion tan subterráneos como contundentes. Y lo hace, además, con la convicción taciturna de quien tiene la razón en lo que dice. Cobra especial importancia lo que sugiere pero no enseña ni confirma, lo que no se dice en los silencios, lo que queda fuera de campo. El personaje de Julián proyecta terror a la hora de relacionarse con los demás; pero no es un miedo expectante a lo que pueda hacer, sino un silencioso pavor por lo que evita hacer, por su atronadora lucha interior. Vermut concentra en un afiladísimo guion sus recursos más refinados y despojados a la hora de escribir, para configurar un siniestro laberinto por los recovecos de la psique humana.
Recargada de simbologia, de mucho mundo interior, y de muchos silencios que buscan espacios, pero que si no estás atento puedes ser lenta, o incluso perderte. Un película indie de muy bajo presupuesto, a la que a la línea argumental puede padecer de solidez.
El metraje ocupa un lugar especial por el tema tan peliagudo que trata, por el jardín embarrado en el que se mete y del que sale no solo airoso, sino resplandeciente y sugerente, evocando un debate que necesitaba ponerse encima de la mesa. Vermut acumula otra obra notable en su haber y suma otro monstruo a su infinito bestiario de personajes evitando la autocomplacencia y la pornografía emocional. Sin duda, se asienta en el panorama español como uno de esos directores de los que estar pendiente.