El Perfumista es una revisión de El Perfume para la televisión.
Los cambios en el guión respecto a la novela funcionan a un nivel de placer culpable. Perdonamos la propuesta omnipresente de la lucha entre el bien y el mal como motor, en este caso ambientada en el campo de batalla del mundo de uno de los sentidos: el olfato; y también en un segundo campo: el legal y de procedimientos policiales.
El film retrata a un asesino en serie atractivo, inteligente, sexualizado y seductor a través del arte de engañar al olfato como el mayorr Gran Maestro jamás existido. un pionero y genio de la química aplicada en arte mediante la creación de nuevas fragancias. Éste representa el mal por mucho que nos pese.
El Perfumista, nuestro atractivo asesino es un joven en una misión. Persigue crear un perfume que sea la perfección. Uno que sintetice el amor carnal y lo militarize, uno que resulte tan irresistible, tan elemental, que sea la culminación de la militarización de los olores.
El problema que se le presenta al perfumista es el de extraer las glándulas sudoríparas de las mujeres elegidas por sus fragancias naturales, por su olor corporal. Las necesita para sintetizar olores esenciales, como teclas de piano en un acorde. Lastima que las víctimas no puedan sobrevivir a esta cirugía invasiva.
Hay nobleza o genialidad artística en el propósito. Así queda justificada esa fea costumbre de matar.
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Al contrario que en la obra original, el asesino interactúa con la atractiva detective que debe darle caza, por eso de que no está bien ir matando a múltiples doncellas. Lo hace además sin criterio aparente para un policía. Ella quiere que triunfe el bien.
Sin embargo surgen obstáculos.
Por un azar de la vida, resulta que la investigadora no tiene la capacidad para oler y se da el caso de que el asesino está dispuesto a entrenar el olfato de la policía, estimularlo hasta que pueda oler por sí sola. Esto sería un regalo enorme para la detective porque se siente una mujer incompleta debido a este hándicap sensorial. No puede vivir plenamente, piensa. No puede disfrutar de la comida a través del olor, ni de un paseo por el bosque después de que la lluvia recién caída transforme y realce las partículas que flotan en el aire y revelen el terreno.
Por si fuera poco, teme y descarta la maternidad porque sabe que, sin poder oler, aumentan las posibilidades de no crease un vínculo fuerte con su neonato y tendría más boletos que la mayoría de las mujeres para caer en en depresión posparto.
El drama está servido. Policía sin olfato debe dar caza al asesino que persigue la fragancia perfecta.