Casarse con Enrique VIII y no morir en el intento
por Andrea ZamoraEl historial matrimonial de Enrique VIII es de esos que cebaría hasta reventar cualquier programa del corazón. El monarca se casó seis veces y, por una cosa u otra, ninguna de las uniones funcionó. Su primera mujer murió, a la segunda le cortó la cabeza, la tercera falleció por complicaciones durante el parto, el matrimonio con la cuarta fue anulado, a la quinta la decapitó y la sexta… simplemente vivió más que él.
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Las mujeres de Enrique VIII son recordadas, principalmente, por eso: por casarse con él. Porque no es ningún secreto que los favoritos de la historia son los hombres y las guerras y las mujeres han sido solo un apéndice para reproducirse y que un varón mantenga vivo el legado de su padre. Por eso, "para el resto de la humanidad debemos sacar nuestras propias conclusiones". La cita, sin autor atribuido, es con la que arranca y se construye La última reina (Firebrand), el filme de Karim Aïnouz con Catalina Parr, la última mujer de Enrique VIII, como protagonista.
Basada en la novela Queen’s Gambit de Elizabeth Fremantle y ambientada en el siglo XVI, La última reina (Firebrand) se sitúa en los últimos días de vida de Enrique VIII, cuando regresó de una guerra incapaz de caminar debido a una herida infectada en la pierna. Durante su ausencia, Catalina Parr, asumió el rol de regente. La monarca fue una mujer inteligente, culta, y una madre para los hijos que Enrique tuvo con sus anteriores esposas. También fue la que logró que María I – hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, quien más tarde sería reina de Inglaterra por derecho propio – fuera aceptada nuevamente en la corte.
Un tema clave de la época era la religión, y Catalina Parr tenía ideas reformistas que chocaban con las de su esposo, que era anglicano. La reina incluso escribió un libro religioso titulado Prayers on Meditations. Uno de los principales debates por entonces era la traducción de los textos sagrados al inglés, lo que permitía que más personas accedieran a las escrituras, reduciendo el poder de aquellos que solo hablaban latín. Esto no fue bien recibido por los conservadores, que usaron esta diferencia para poner a Enrique VIII en contra de su última esposa.
La última reina (Firebrand) crea una atmósfera de paranoia, desconfianza y miedo entre Catalina Parr y Enrique VIII. Aunque es una película histórica, también se presenta como un interesante y medido 'thriller' con una magnética Alicia Vikander. Su interpretación de Catalina Parr es hipnótica, elegante y está llena de carisma.
Jude Law, por su parte, da vida a un monarca violento y consumido por el temor a la traición. Parecía imposible en alguien como Law, pero el actor da mucho asco como Enrique VIII. No es solo por su pierna en descomposición, también por su actitud, lo ridículo que es en el sexo, sus deseos de niñato y cómo trata a los demás. Es como un niño rollizo y malcriado al que todos deben complacer.
El dúo Vikander-Law funciona a la perfección. La última reina (Firebrand) es un gran ejercicio de interpretación, pero también destaca por su cuidada ambientación. Los amantes del cine histórico disfrutarán de la historia y también del esplendor visual de la película.
La historia cuenta que Catalina Parr casi fue quemada en la hoguera y, de esa forma, Enrique VIII tendría otra tortura más que añadir a su expediente marital. También se especula con que la soberana consiguió librarse de la muerte recuperando la confianza de su marido. Sin embargo, como avisa La última reina (Firebrand) en su inicio, eso de que hay que sacar "nuestras propias conclusiones" con todo lo que no sean hombres y guerras, el filme elige su propio camino e imagina un desenlace diferente para la heroína. No ocurrió en la vida real, pero sabe a victoria.