A veces lo peor no es un monstruo ni una catástrofe, sino convertirte en el centro de todas las miradas cuando menos lo esperas. Eso es lo que le pasa a Mabel en Me he hecho viral, una comedia que juega con la angustia de ser ridiculizado públicamente y lo rápido que todo se desmadra cuando las redes sociales deciden que eres su nuevo juguete.
La película tiene en Blanca Suárez a su mejor baza. Ella es el corazón que sostiene toda la historia. Vemos cómo se va metiendo en una espiral de desgracias que mezclan ternura, rabia y desesperación. Lo cierto es que es muy fácil ponerse en su piel, porque cualquiera en su situación sentiría lo mismo: la emoción inicial de perder el control, el miedo a no poder parar la bola de nieve y, sobre todo, la tristeza de comprobar que nadie está ahí para echarte una mano cuando más lo necesitas.
El tono es ligero y disparatado, con un aire muy reconocible: todo el mundo parece vivir pegado a las redes y nadie se libra de quedar en evidencia en cuestión de segundos. El guion no inventa nada nuevo, pero sabe jugar bien sus cartas. Hay momentos muy cómicos (algunos incluso brillantes) y otros en los que asoma cierta amargura. Cristina Gallego, por ejemplo, roba escenas cada vez que aparece, con frases que se clavan en la memoria, y Daniel Fez aporta un punto surrealista que encaja muy bien con la propuesta. Miguel Rellán, como siempre, se gana nuestro cariño sin esfuerzo.
Se nota que Jorge Coira, acostumbrado al thriller, cuida el ritmo y la narración para que la película nunca pierda fuelle. No todo funciona igual de bien, pero al menos intenta salirse del molde de la comedia de manual y darle un poco más de personalidad visual. Lo consigue a ratos, y eso ya es bastante.
Nadie va a decir que sea la comedia del año, ni falta que le hace. Lo importante es que entretiene, que arranca varias carcajadas y que refleja bastante bien la sensación de estar totalmente expuestos en internet. No va a cambiarte la vida, pero sí consigue que te vayas a casa pensando en qué harías tú si te tocara pasar por la pesadilla de Mabel.
En resumen: divertida, cercana y con un punto amargo que le sienta bien. Una comedia que funciona mejor de lo que parece y que nos recuerda que, a veces, lo más gracioso es ver cómo el desastre ajeno nos pone frente al espejo.