Una serie de entrevistas, con quienes lo conocieron, nos introduce en la vida del incompetente atracador Virgil Starkwell, que desde el principio estuvo abocado a la delincuencia: durante su infancia vivió sometido y humillado por los chicos más fuertes, y cuando descubrió que su carrera musical no tenía futuro, a Virgil no le quedó más remedio que robar, pero su escaso talento pronto lo conduciría a la cárcel.
La peli tiene un inicio tremendo, desde el primer momento es un no parar, los chistes son buenos, las frases y las escenas son divertidas e ingeniosas, el ritmo es apabullante. Ya sabes que va a ser una parodia a los dramas criminales, tiene ya algunas de las que serán las constantes en el cine de Woody Allen; el psiquiatra, la familia opresiva y molesta, los paseos por el parque y la música Jazz. Y cuando todo va genial aparece una chica, y el ritmo de la película decae, y se vuelve irregular salvandose gracias a algún gag que medio funciona. La película no tiene pretensiones, no te intenta aleccionar ni tratar temas morales, sino hacerte reír con escenas absurdas en las que el patoso y enternecedor personaje de Woody Allen se mete. La película es vivaz y bien encaminada pero le ha faltado una narrativa principal mejor estructurada y más potente.