Violentamente entretenida
por Tomás Andrés GuerreroLo más importante que hay que saber antes de adentrarse en el thriller de acción Kill Boy es que, en su tramo final, incluye una escena de lucha tremendamente sangrienta. Es una pelea tan agotadora y brutal que incluso los veteranos del cine de acción podrían apretar los dientes. Pero, aunque los espectadores aprensivos querrán saber hasta qué punto la película es ultraviolenta, todos los demás querrán saber qué esperar: es puro entretenimiento fútil, grotesco y tan alejado de la realidad que carece de cualquier tipo de interpretación seria. Pero, todo ello la hace muy disfrutable para el fan de este tipo de productos.
El filme arranca con un extenso montaje de entrenamiento que funciona como una rápida historia de origen para Boy (Bill Skarsgård): sordomudo tras la muerte de su familia, ahora entrena con el hombre que le salvó. Encarnado por Yayan Ruhian (The Raid), intenta convertir al chico en un arma para que el joven pueda acabar con los responsables de su pérdida: la familia Van Der Koy. Aunque esto se alarga demasiado, el ritmo se acelera cuando Boy encuentra una oportunidad para golpear el corazón de la corrupta dinastía. Y vaya si lo hace.
La creativa variedad de armas -desde un rallador de queso hasta una mascota gigante de cereales- sólo es igualada por la precisa coreografía de acrobacias que garantiza que cada batalla tenga la fuerza visual necesaria. La película es algo tonta, pero la acción está impecablemente realizada y coordinada. No llega al nivel de la saga John Wick, pero es tremendamente divertida.
El director novel Moritz Mohr intenta mantener su criatura en pie a toda costa, hasta llegar al antes citado final hiperviolento e interminable, en el que parece querer parodiar el género. Se podría definir a Kill Boy como una comedia de acción muy sangrienta en la que el exceso es el objetivo.