Película Francesa
del 2023
Duración de150 minutos
Valoración personal de 5/10
Dirección de Justine Triet
Guión de Artur Harari
Presupuesto de 6,2 millones
La dirección de Justine Triet, bajo coagonizacion con Arthur Harari, propone una intriga interesante que va un paso más allá de los límites del ‘thriller judicial' convencional; nos proyecta el final de la vida, como un tiempo personal que no corresponde a la muerte, si no al diálogo y la controversia alrededor de la convivencia.
La cinta peca tal vez, de una excesiva duración, para un metraje tan reflexivo e interiorista, pero que una vez asumida su naturaleza en la historia, el tiempo se acorta inconscientemente. El efecto, siempre grato, es mucho más meritorio tratándose de una historia, en la que consiste básicamente de personajes dialogando y argumentando, de forma teatral.
Básicamente armar una intriga judicial, sin infravalorar al espectador, sin pretensiones de una fábula moralizante, y sin artificios sentimentales. Y en lo que respecta a las cualidades narrativas, la película es destacable ante una narración que avanza sin perderse por las ramas, ofreciendo puntos de giro en el momento oportuno aunque mostrando personajes un tanto encasillados, en la que una magnífica interpretación lo salva en general. No obstante una buena valoración, es la de presentar a unos personajes incómodos por su ambigüedad. En el largometraje ese papel corresponde a una inconmensurable Sandra Hüller (Sandra) en un difícil reto, en la que aquí encarna a una escritora sobre la que pesa la sospecha de un asesinato, y en la que nos lleva a la verdad de una convivencia, no tratando de encontrar al culpable. El hijo Samuel Maleski (Milo Machado Graner), es el otro personaje clave que también destaca por su ejemplaridad.
Hay una cosa en la que la película de Triet destaca, y es en la sutileza con la que desarrolla el retrato de los personajes y, las relaciones que mantienen entre ellos. La escritora no sólo es acusada de asesinato por motivos meramente circunstanciales, sino por la moralidad haber triunfado allí donde su marido ha fracasado; por haber relegado al hombre al cuidado del hogar; por ser bisexual y haber mantenido esporádicas relaciones extramatrimoniales. Todo eso lo que puede ser perdonado socialmente en un hombre, y que constituyente nos lleva moralmente a una prueba acusatoria contra ella. Es en este punto donde la historia traspasa los límites convencionales del thriller consumista, entre mezclándose con un filme social, en su fondo.
Otro par de detalles menores separa del filme, de esa calidad, en la que está queriendo continuamente rozar con los dedos. La administración de justicia, no busca la verdad de los hechos, sino ganar nada más. El tribunal es un elemento, en el que se desarrolla ese juego acusador. En ese escenario los actores son los abogados, y en sus alocuciones dejan espacio para el humor y la ironía.
Todo es ambiguo, con una fotografía que no aporta a los personajes gran cosa, con tonos apagados y fríos, ángulos simétricos y primeros planos silenciosos; en la que casi todo es gris en la película, salvo ese niño medio ciego, que da muestras de una madurez y de un discernimiento anormal para su edad en su disfuncionalidad, pero que deja una sobrada instrumentalización del personaje. Pero tal vez lo peor del filme sea su ritmo en el que igualmente es frenetica, como se ralentiza con exceso, lo que puede llevar al espectador a un cierto desconcierto.
Es un largometraje largo, denso y afilado, donde puede parecer un ladrillo, pero que igualmente, dónde se pueden hallarse desafíos morales e intriga absorbentes, intentando hacer participe al espectador como observador de un jurado, ante la pregunta "de que si Sandra fue capaz de matar a Samuel, o igualmente no hizo nada por evitarlo".Y dejando que a fin de cuentas sea un caso irresoluble.