MI CRITICA
20.000 ESPECIES DE ABEJAS
Película española del 2023, de una duración de 129 minutos, con una valoración de 6/10, bajo dirección y guión Estíbaliz Urresolla, con un presupuesto de 2 millones. Drama familiar de género. Una película sobre la identidad propia y colectiva que consigue retratar una comunidad concreta y su reacción ante la inevitable diversidad, ante la interesante versión del bilingüismo del euskera y el castellano. Además cuenta con el respaldo de importantes premios tras triunfar en los festivales de Berlín y Málaga, donde ganó el Oso de Oro la Biznaga de Oro, la Biznaga de Plata a la Mejor Interpretación para Patricia López Arnaiz y el Premio Feroz Puerta Oscura.
Urresolla en su ópera prima aborda un largometraje que se abstiene de entrar en dilemas religiosos o sociales para mostrar la realidad tal cual es, desde alguien que se siente diferente y que consigue verbalizarlo y expresarlo como buenamente puede, ante la inocencia infantil que caracteriza la edad del autodescubrimiento y la creación de la propia conciencia. Urresola hace el camino inverso: el de una niña trans en busca de su identidad en medio de su propia y turbulenta colmena familiar. La historia oscila entre su confundido punto de vista y el de su madre (Patricia López Arnaiz), que ha decidido pasar unos días de verano con sus tres hijos en su pueblo vasco para afrontar así un momento crítico de su vida.
El metraje recoge códigos identificables de nuestro cine independiente contemporáneo (el mundo rural, las relaciones familiares, el naturalismo en las formas, la inclusión de temas y sensibilidades sociales contemporáneas…) pero se cuida de no usarlos de forma ejemplarizante o rígida. Aunque no sorprenda, es una película notable, sensible y equilibrada, que ofrece puntos de fuga a sus personajes y encuentra imágenes para expresar el camino de aceptación de una misma.
La película, desde mi punto de vista, consigue romper los esquemas del espectador; incluso, de aquellos que tienen una opinión formada del tema. Sin embargo, Estíbaliz, denota mucha inteligencia en el planteamiento de ‘20.000 especies de abejas’. La mirada ingenua y curiosa de un niño frente al argumentario, dudas y miedos de los adultos. En esa mezcla, el retrato y la narrativa es muy rica e interesante. Porque, el espectador, sin quererlo, se hace partícipe de un (auto)descubrimiento.
La verdadera esencia de ‘20.000 abejas’ es que el espectador reflexione de una manera profunda y serena. Un reto que, en mi opinión, lo consigue con creces. Porque, la directora, no impone su opinión -que la tiene, por supuesto-, sino que deja que el espectador genere una reflexión y conclusión llena de matices. En ellos, siempre, dejando claro que la tolerancia y la comunicación, es algo básico y necesario, para conocernos a nosotros mismos y a los que nos rodean. Además, de replantearnos los constructos y estereotipos sociales y culturales.
El guion cuida al máximo los detalles con una gran delicadez en los diálogos, muy acertadamente elaborados sobre las relaciones entre los niños y los adultos. Además de tratar sobre el proceso de construcción de la identidad de un niño trans, hay un estudio de las relaciones intrafamiliares entre las mujeres adultas de la familia de Ane. Mujeres de tres generaciones distintas, con sus diferencias y caracteres, situándose de manera muy personal ante la búsqueda de la identidad de Cocó. Lo peor tal vez el encantamiento de sus silencios y miradas, que se usa para dotar de interiorismo y soledad de sus personajes.
Las interpretaciones son excelentes, tanto en las actrices que encarnan a las tres figuras femeninas adultas como las que llevan a cabo las niñas y niños del reparto. Actuaciones naturalistas, bien dirigidas, dan como resultado un filme que fluye de forma espontánea de manera muy creíble, ante tres generaciones de mujeres diferentes donde confluyen y se distancias con dinamismo y soltura, en un verano diferente.