Es tal vez una de las películas con mayor ambivalencia de la carrera del director.
En su forma es irregular y no parece ser una película de Scorsese. Tomando como ejemplo la escena del helicóptero en Goodfellas, done la narrativa y edición es rápida y hasta cierto punto repetitiva. Cuesta trabajo ver este largometraje lento y pausado dentro de la filmografía de autor, ya que carece del sello que Scorsese se ha encargado de pulir. Sin embargo, tiene una edición estable que no permite que la historia se detenga y gracias a la puesta y movimientos de cámara, junto con el diseño de producción, el film nos hace recordar que el cineasta no solo es su forma de editar y nos hace ver que este estilo de filmación es lo que nos sumerge en la narrativa del autor.
La dirección de actores no funciona del todo, algo que el director parce sortear bien incluso con historias y personajes mucho más alejados de la realidad, en donde es posible que lo inverosímil de estas figuras pueda crear situaciones sobreactuadas o fuera de lugar. Aún así, está presente la exigencia hacia los actores y ellos logran convencer tanto que en ocasiones consiguen causar empatía y padecer junto con ellos su sufrimiento. A destacar la interpretación de Adam Driver, que sin muchos diálogos y con pocas escenas es capaz de hacernos entender su misión y los conflictos con los que vive.
La fotografía de Rodrigo Prieto parece que no fue realizada por el. Es claro que Scorsese influyó y guio en toda la realización, pero ésta influencia tampoco logra crear imágenes “de en sueño” como lo hiciera Ang Lee en Brokeback Mountain con el mismo cinematógrafo, que nos muestra una fotografía alejada de su estilo, pero con resultados sorprendentes. No obstante, la fotografía es estable, con un nivel de dificultad digno de admirar, además , cumple con la historia y con los sentimientos que Scorsese y Prieto tratan de sugerir.
Parece que los temas que el cineasta trata de abordar se quedaron a mitad de camino. La forma de tomar la historia se queda como un experimento, que logra ser fuerte y eficaz, pero en los resultados parece no adecuarse con la intención inicial.
Justo aquí, es donde podría explicar a profundidad el porqué de los errores del film. Exponiendo que, por ejemplo, al tratarse de una película ambientada en Japón, se esperaría tener una película influenciada en los filmes Akira Kurosawa, aunque queda claro que no por estar en el país nipón es necesario que siga esta regla. En Babel, Alejandro González Iñárritu, tiene una historia que se desarrolla en el mismo país y nadie pidió que la película tuviera algún tipo de referencia al magnífico cine de Kurosawa.
O por qué no logra tener un estilo sobrio pero poderoso al tratar de transmitir sentimientos y emociones como lo hicieran Dreyer u Ozu. La verdad es que esperar una película que convine todos los estilos para crear “la obra maestra”, es un tanto idealista. Martin Scorsese no es Dreyer, Ozu ni Bergman. Él no tiene ni desea tener una película de estilo o tipo “trascendental” (entendiendo como “estilo trascendental” al tipo de cine que se explica en el libro El estilo trascendental en el cine: Ozu, Bresson, Dreyer de su amigo y colaborador, Paul Schrader), ya que su forma de entender el cine no empata con esta narrativa. Lo que a mi parecer Scorsese plantea en todas sus películas, es su forma de ver la vida. Tal vez no lo presenta de manera explícita ni con argumentos filosóficos como lo hacen estos autores, sin embargo, logra presentar lo que para él son las preguntas que se muestran al tratar de abordar algún tema. En ésta, como en sus demás películas, dichas preguntas se encuentran en los actos de sus personajes. Silence en todo momento tiene como base la duda, y si para mostrar esa duda es necesario tener este ritmo lento, el realizador optara por esa narrativa lenta. Y si tiene o no un ritmo pausado, o si no logra ser sobrio, es tal vez lo que menos debería de presentarse como un problema.
En el caso de esta película, el agnosticismo de Scorsese se ve reflejado con las dudas del protagonista. No es un acto proselitista a favor de la iglesia católica en donde muestra como un buen cristiano tiene que sufrir para alcanzar la divinidad que Jesucristo logró, de hecho, plantea el por qué la iglesia y el estado pueden y causan dolor hacia la gente que no piensa como ellos, pero paradójicamente, aquellos que lo hacen, también sufren. Y sobre todo por qué Dios actúa como actúa. En verdad la forma de gobierno y la iglesia tienen la verdad absoluta, y porqué Dios no hace nada para cambiarlo. Presenta como para algunos, un acto de fe, puede ser el peor de los pecados, y como a pesar de eso uno es quien realmente “carga con su propia cruz”. Así también señala la aparente indiferencia que Dios tiene hacia sus discípulos. Scorsese sabe que la vida y la fe no son en blanco y negro, así que no presentará una película cerrada a un solo tipo de forma de ver las cosas.
Al final, es una película que se no siente de este tiempo. La entrega al oficio es extraordinaria, pero con un resultado lleno de altibajos, más altos que bajos, y aun así, lo que logra es tan potente e inteligente que vale la pena verla y tratar de preguntarse lo que el director desea que nos planteemos. Y tratar de ver la vida en una escala de grises, como creo que Matin Scosese lo hace.