EL MIEDO DEL PERDÓN
A veces creo tener miedos, cómo de normal en la gente, otras veces pienso que es una gilipollez tenerlos. La gente suele preguntar sobre los miedos. Yo no sé qué responder a esa inútil pregunta, esperan que les digas lo típico: animales salvajes, sucesos paranormales, asesinos, ladrones… Gilipolleces de gente que no se curra ni sus pensamientos, que viven en la ignorancia más humillante. Pensaréis que no tengo miedos, sí, los tengo: tengo miedo del futuro, de la sociedad, y de mis pensamientos. Y sobre todo temo de mi destino, algo que nunca cambiaría pero que nunca asimilaré, éste y ningún otro. Odio no saber y saber lo que va a ocurrir, y me sigue dando miedo lo que pasará cuándo yo ya no esté. Me ahogo de solo pensar que mi nombre será olvidado poco después de mi muerte. Y no, no me da miedo la muerte. Me excita saber que existe, y me alegro de que esté a mis espaldas para aprovechar su momento. No quiero que pase hambre. Soy todo suyo.
Entro al cine pensando en lo aburrida que va a ser, solo con leer la sinópsis se me hace densa. Uf, y van a estar todo el rato hablando. Salgo de la sala gritándole a la muy maja señora de las entradas mi opinión sobre ésta: “es casi una obra maestra”. Contento y emocionado me encuentro a las doce de la noche deambulando por el centro de Valencia pensando en lo que acababa de ver, difícil tener esas sensaciones después de ver una película en ésta época es. Sí, soy víctima de la subestimación, juzgo sin saber, sin embargo cualquier tópico me gusta ver en el cine. No soy de un solo género, mejor dicho, soy de todos.
Vemos que Jeanne ha creado varias películas que son tan disfrutables cómo ésta última, muy bien criticadas, pero por si no era poco estamos a la espera de otra, recién estrenada en Venecia, Vivants, y cómo no, últimamente el cine Francés no me falla, con temas extraordinarios, originales, y con entusiasmo, que se nota enseguida.
No soportaba esperar más por culpa de la increíble Adèle Exarchopoulos, su personaje Chloé Delarme, contándonos su terrible historia de su hermanastro y ella, con unos flashbacks que sí que me daban miedo. Y mucha intriga. Aunque quizá no es tan necesaria porque me valía con escucharla hablar sobre ello. Actuación magistral otra vez, igual que en Passages hace poco, la que le da la luz más brillante a las dos películas justo con temas tabúes.
No puede faltar el grupo de ladrones y víctimas que reflexionan y se ponen en la piel de ambos extremos, la química de todos los intérpretes se nota a la mínima, dónde dos de ellos dejan un antes y un después en la historia, Grégoire (Gilles Lellouche) y Nawell (Leïla Bekhti) dejando un silencio justificado a causa de dos quejas emotivas y rabiosas contra ese delito, de lo mejor de la película. Momentos en los que se encuentran todos en la misma sala juntos comiendo y hablando normalmente, riendo, también de lo mejor. Una muestra de qué aún hay esperanza por el cambio de las personas, de la bondad y el perdón.
Me quedo con las ganas de una extensión de la historia de Chloé y no creo que eso sea algo malo. Jeanne nos trae una historia con una fuerza sentimental, reflexiva y desgarradora, en la que me falta poco para la lágrima, aunque no es ese el objetivo, casi lo consigue. Nos lanza a la cara muchos de los valores que aún siguen desaparecidos en la sociedad actual. Espero en algún momento de mi existencia conseguir esos valores que nos inculcan aquí.
RICARDO VALERO, SEPTIEMBRE 2023, ESPAÑA.