La niña de sus ojos
por Paula Arantzazu RuizSteve Martin encarnó como nadie el arquetipo del estadounidense medio durante el final de los años Reagan: en 1986 dio el salto definitivo a la gran pantalla con la gamberra 'Tres amigos', en 1987 enamoró a las féminas tras protagonizar 'Roxanne', adaptación sui generis de 'Cyrano de Bergerac', y cuatro años después haría el papel de padre angustiado por la boda de su hija que en su día protagonizó ni más ni menos que Spencer Tracy en el clásico dirigido por Vicente Minnelli, 'El padre de la novia'. Así pues, en cuestión de seis años Martin se iba de parranda, se emparejaba y vivía la boda de su primogénita con los nervios a flor de piel tratando de emular al hombre americano por excelencia en el imaginario del país de las barras y estrellas. Lógico que se pusiera algo histérico ante la idea, mucho más, de hecho, que su compañera en la película, Diane Keaton. También lógico si se tiene en cuenta que el filme inauguraría el subgénero "películas de bodas". Como Martin, hay que pasar por ello.
A favor: La candidez de la propuesta, muy de acorde con la candidez conformista del mainstream de los 90.
En contra: Que tuviera una secuela.