UN PODER MATERNO OSADO
Empodero ciertas fibras que me conmueven cuando conozco historias sobrenaturales, ciertamente terroríficas, pero eso no significa que sean del género de terror. En ellas hay mucho de lo que aprender, en ellas me siento reflexivo, condenado a la melancolía y la alegría al mismo tiempo. Y esta vez es con La Ermita, el segundo largometraje de Carlota, después del sorprendente debut con Cerdita (2022).
Y esta es de madres e hijas, y de fantasmas de por medio. Con una médium impostora, algo pomposa por su fama personal y su apariencia oscura. Todo esto ocurre en un pueblo vasco dónde celebran anualmente un aniversario histórico, por aquellos que en la época de la peste han estado encerrados en la ermita del dicho pueblo, por culpa de unos médicos con apariencia de hombres pájaro que durante el periodo vuelven al mundo y así las puertas se abren durante los días, y una vez acabado todo se cierran.
En todo esto, está Emma, interesada en este campo de peligrosidades, interesada en ser médium, para poder hablar con una niña, Usoa, que lleva siglos encerrada en esa ermita, también por proteger a su madre y no perder la comunicación con ella cuando muera. Pero Emma no será capaz de hacerlo por ella misma, por eso insistirá en la ayuda de Carol.
Estas historias me hacen abrir los ojos y no cerrarlos, no es tan fascinante como su debut, pero contiene sus propios puntos: interesantes y poderosos. Experimentamos en La Ermita el trauma de la despedida de una hija a su madre, la cual poco a poco va dejando la vida. Y aquí lo trata con el mejor poder, para mí, para aguantar esta injusticia: la fantasía, huir de la realidad. Que sin duda me hace experimentar ciertas emociones y empatizar.
Su guion y efectos especiales no son fascinantes, suman tanto como restan en la historia, y eso hace que a veces me sienta algo forzado y mirando la hora. Tampoco me machaca, porque me gusta ir despacio pero no siento un avance redondo en el filme. En una situación como la de Emma, en la que se tratan ciertos temas potentes, durante el avance va flojeando, aunque en su final coja fuerza y emoción, lo que hace que me preocupe incluso.
Belén Rueda, que interpreta un papel muy nuevo para ella, y Maia Zaitegi comparten una química que me ha hecho sonreír, y me ha sorprendido en parte por Maia, que es un encanto, y cojo mucho cariño al personaje, parece tan real. De toda la película, definitivamente, las elegiría a ellas dos.
-RICHIE VALERO