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    Las cosas que nunca mueren
    Críticas
    3,5
    Buena
    Las cosas que nunca mueren

    El testamento de Tony Richardson

    por Rodolfo Sánchez

    Tony Richardson falleció en 1991, tres años antes de que su última película, Las cosas que nunca mueren viera la luz. Detrás dejó la estela de un carrera que desde sus inicios en 1958 con Mirando hacia atrás con ira y su presencia como abanderado del free cinema hasta esta última obra, fue de más a menos aunque siempre con un mínimo de interés a pesar de que en los últimos años su presencia fue más televisiva que en la gran pantalla. Las cosas que nunca mueren es una medianía basada en dos grandes actores, Jessica Lange (sobre todo, soberbia y magnífica) y Tommy Lee Jones, un guion bien construido y de buenos diálogos pero tendente a un melodrama desaforado que en ocasiones rompe el tono y el ritmo de la película. Richardson, que la rodó cuando su enfermedad estaba ya avanzada, opta por una puesta en escena sencilla y clásica para dar forma a unas imágenes que, puede que sea casualidad, desprenden una enorme tristeza y melancolía. Una obra seria y disfrutable, el testamento de un gran director no siempre teniendo demasiado en cuenta. Puede que muy injustamente.

    A favor: Lange brilla por encima de todo.

    En contra: Las salidas de tono melodramáticas.

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