Película española del 2.022 de 91 minutos, con una valoración personal de 6/10, bajo dirección de Caye Casas y guión de Cristina Berobia.
El director de Terrassa aun partiendo siendo un low cost y técnica, aunque no tiene ningún complejo en conjugar la sencillez de lo cotidiano con la angustia del cine negro, evolucionando desde la comedia cotidiana de una pareja, a la tragedia macabra más atroz de un terrible accidente doméstico, que hace cambiar todo en sus personajes.
Si bien el largometraje formó parte del Festival de Sitges 2023 en Ia que paso sin más atención, ha ido cosechando múltiples premios, y en la que Stephem King el maestro del terror, ha catalogado como "la película más oscura que había visto en su vida, horriblemente divertida".
Una percha perfecta para que continúe cosechando grandes éxitos en su desembarco en EE. UU. a través de Prime Video y Apple por el resto del mundo, y en la que se ha convertido en el filme más premiado en su género este año.
Este trabajo del cine fantástico y el terror demuestra que con trabajo, talento y, permitidme, un poquito de mala hostia, se pueden realizar grandes películas.
No obstante, no hay que llevarse a engaños, no es una película de terror a pesar de que al espectador se le pueda helar la sangre. Es un largometraje que se aleja de fórmulas conocidas para instalarse en lo más profundo de nuestra psique social, como thriller psicológico, elevándolo a la categoría de cult movie nacional con todas las letras.
Guión y personajes son los que hacen la película, da lo mismo que la tonalidad de la sangre sea más o menos adecuada, o que no haya recursos para demasiadas florituras. A veces una elipsis o el manejo del espacio fuera de campo es mucho mejor que mostrarlo todo, porque se deja margen al espectador para imaginar sus propios horrores.
Es una película sencilla (apenas un par de localizaciones y salvo la secuencia inicial, una concepción casi lineal del tiempo), pero muy eficiente a la hora de crear desasosiego. De forma que consigue mantenerte en vilo de principio a fin.
El secreto está en implicar al espectador, convirtiéndolo en testigo de lo que está pasando, pero manteniendo a varios personajes en el desconocimiento hasta el final. Esto nos hace ser casi cómplices de lo que sucede y sentirnos aún más apegados al protagonista al desplegar una empatía casi involuntaria.
A lo largo de sus incómodos minutos de metraje, vamos viendo cómo la situación se va convirtiendo en una olla a presión que va cogiendo cada vez más temperatura hasta que solo puede estallar. Reman en la misma dirección los diálogos naturales y la puesta en escena cotidiana, la dirección de actores y las líneas de diálogo afilado.
Pero quizás uno de los elementos más meritorios es el montaje, que evita a toda costa mostrar determinados elementos, pero no deja de rodearlos o evocarlos mediante metáforas visuales de todo tipo.
La tragedia es el corazón de una historia en la que la mala suerte, la ironía y el látigo del karma fustigan a unos personajes sin margen para la redención. Tensa, pesadillesca e imprevisible, la película arranca en clave de comedia casi costumbrista para transformarse en la huida hacia delante del personaje principal, atrapado en una mala decisión cuyas consecuencias son insoslayables. Tremenda por momentos, brutal y cruel de forma constante.
Destacable la intensidad de sus giros narrativos que hace ir alargando la historia, a pesar de hacernos sospechar cuál será su final, pues la película no nos ofrece un suspense, sino que intenta llevarnos por la intensidad emocional de la fatalidad.
La funciona bastante bien y es, en gran parte, por el gran trabajo de todos los actores, principalmente de David Pareja (Jesús) y Estefanía de los Santos (María), que cargan con el importante peso a la hora de contar la historia. Mención especial a una brillante Itziar Castro en su corta participación secundaria, que deslumbra fugazmente en uno de sus últimos trabajos.
Talvez el personaje de Jesús está desde un primer momento siendo dibujado como un calzonazos, por lo que después contrasta poco ante la angustia y parálisis interior en la que cae, y queda un tanto diluido