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    El crimen de Cuenca
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    David Filme
    David Filme

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    3,5
    Publicada el 31 de julio de 2022
    "El Crimen De Cuenca" es un interesante y polémico drama basado en hechos reales, dirigido por Pilar Miró y protagonizado por Héctor Alterio, Daniel Dicenta y y Jose Manuel Cervino.
    Cuenca, España, 1910. Gregorio Valero y León Sánchez son acusados de la muerte y desaparición del pastor, José María Grimaldos López. Luego de la presión del pueblo y de ser sometidos a brutales torturas, los acusados confesarán el crimen, a pesar de que el cadáver no ha sido encontrado. El crimen de Cuenca fue un espantoso e infame, caso de error judicial sobre un supuesto crimen que nunca ocurrió y que pasaría a la historia del derecho español por su negligencia judicial y policial. El 21 de agosto de 1910 el joven pastor José María Grimaldos López desapareció sin dejar rastros, en algún lugar entre las localidades de Tresjuncos y Osa de la Vega. Luego de un par de semanas sin noticias y una ola de rumores, la madre del desaparecido acusaría directamente a Gregorio Valero y León Sánchez de haberlo asesinado para robarle. Aunque se les detuvo y fueron sobreseídos en 1911 por falta de pruebas, la causa se reabriría en 1913 por presiones de la familia y del diputado derechista Francisco Martínez de Contreras, siendo Valero y Sánchez nuevamente detenidos. Luego de ser brutalmente torturados física y psicológicamente, los acusados admitirían el crimen y serían condenados a prisión, siendo liberados en 1924. Dos años después, el joven desaparecido volvería a la localidad a propósitos de sus planes de matrimonio, descubriéndose el garrafal error judicial, que llevaría a la anulación de la sentencia, el sumario administrativo y el pago de indemnización.

    El Caso del Crimen de Cuenca conmocionó fuertemente a la sociedad española de entonces, al punto de ser abordado, primero, por el matemático Carlos Maza Gómez en su libro "Crímenes" (1926), segundo, por el autor conquense Luis Esteso y López de Haro le dedicaría unas coplas bajo el título de "El crimen de Cuenca", las cuales serían editadas en una de las numerosas recopilaciones de sus trabajos, como la de G. Hernández y Galo Sáez (1927) y, luego, por el escritor y gobernador de Cuenca, testigo de los hechos, Alicio Garcitoral, en "El Crimen de Cuenca" (1932), el cual sería reeditado en 1981, a propósito del estreno de la película que hoy nos convoca. Posteriormente, el famoso novelista Ramón J. Sender también incursionaría en el caso, denunciando las torturas y el caciquismo local en su obra "El Lugar de un Hombre" (1939). El período de publicación de dichas obras coincidiría con un agitado período político que incluiría la instalación de diversos gobiernos militares, como la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), y la instauración de la Segunda República Española (1931-1939). El advenimiento final de la Dictadura de Francisco Franco (1939-1975), tras la Guerra Civil (1936-1939), sin embargo, supondría, por supuesto, un periodo de fuerte censura a los medios y las artes que obviamente no desaparecería completamente en los años inmediatos a la caída del Franquismo. En este contexto, la periodista y guionista Pilar Miró, que había iniciado su carrera en Televisión Española (TVE) en los 60s, convertida ya en reconocida precursora de la introducción de valores democráticos y progresistas, uniría fuerzas con el productor Alfredo Matas ("La Escopeta Nacional", 1978) para realizar la primera (y hasta la fecha única) película inspirada en el Crimen de Cuenca.

    El film terminaría por molestar al UCD, partido oficialista, que utilizaría a Ricardo de la Cierva, entonces ministro de Cultura del Gobierno Español de Adolfo Suárez, para obstruir el estreno y secuestrar el film por "ser delictiva contra el Cuerpo Judicial y la Guardia Civil". El guión firmado por la propia directora Pilar Miró en conjunto con la escritora y guionista Lola Salvador Maldonado, buscaba principalmente refrescar la memoria e informar no sólo el infame caso a las nuevas generaciones de españoles, sino también abordar la tortura como brutal e ilegítimo recurso para obtener "pruebas" que sustenten procesos judiciales, en tiempos recientes y contemporáneos a su estreno. Claramente, en aquel entonces, Miró alude directamente a la posible permanencia de la tortura en el sistema policíaco de una España que apenas había levantado la censura en 1977 y que se hallaba en una transición democrática imberbe y tambaleante, como quedaría finalmente demostrado en la insólita, por decir lo menos, y violenta reacción del oficialismo al contenido de la cinta. Así, la exposición crítica de una negligente y tiránica Guardia Civil, una de las dos fuerzas de seguridad nacional de España, junto con el Cuerpo Nacional de Policía, se transformaría en un incendio que el gobierno pretendería apagar con la confiscación de "El Crimen De Cuenca" (1980) y el procesamiento de su directora por un tribunal militar, además de una fuerte campaña de desprestigio en contra de Miró.

    Tras una breve exposición del contexto situacional en la España rural de los 1910s, que incluye la didáctica aparición de un juglar con una sábana ilustrativa sobre el supuesto crimen, el guión va poco a poco incorporando elementos narrativos, de una forma principalmente neutral, donde es importante señalar que no se advierte un sesgo ideológico, al menos para mí. Al tratarse, por supuesto, de una representación de los hechos realizada casi 70 años después, la narrativa de Miró privilegiará exponer algunos elementos y prescindirá de otros. Por ejemplo, se centrará en el caciquismo local y la fuerte presión del diputado derechista Francisco Martínez de Contreras en la acusación contra Valero y Sánchez, quien presionaría al nuevo juez de Belmonte, Emilio Isasa Echenique, para que reabriera el caso sobreseído en 1911 por los tribunales de Osa de la Vega. Sin embargo, también no explorará en detalle el bullying que supuestamente los acusados aplicaban sobre el joven pastor desaparecido, apodado "El Cepa" (se entiende por su baja estatura y poco entendimiento), que podría llevar a entender la insistencia de la madre de Grimaldos López en acusar a Valero y Sánchez. Por otra parte, en "El Crimen De Cuenca" (1980) Miró no se guardará nada y mostrará una serie de escenas brutales y explícitas de tortura físicas y psicológicas, que sus detractores, dicho sea de paso, acusarían de sensacionalismo.

    De esta forma, separados uno del otro los acusados serían sometidos a todo tipo de vejaciones y agresiones, que inicialmente incluyeron amenazas verbales, alimentación a base de bacalao sin desalar y privación de agua. Posteriormente, recibirían palizas (secuencia de la ronda de puñetazos), torturas en zonas genitales (secuencia en que los cuelgan en vilo por los genitales) y mutilación de dientes, uñas y vello facial con tenazas de herrar (secuencia en que le arrancan las uñas y los bigotes). Todas estas vejaciones y torturas, además de la presión psicológica de los torturadores y del juez de Belmonte, llevarán irremediablemente que los acusados se acusen mutuamente y confiesen el supuesto crimen, primero, diciendo que habían quemado el cuerpo, luego, haberlo sepultado en el cementerio local cerca del río y, finalmente, haber descuartizado, quemado y pulverizado los huesos. Lo que nos lleva a otro elemento narrativo francamente dramático y perturbador que tiene que ver con la deshumanización, no sólo de los torturadores como villanos, sino también de los propios acusados. Producto de la barbarie y el horror de la tortura, que los despoja de su humanidad emocional y espiritual, los acusados terminarán por perder la fe en sí mismos, en el sistema de justicia y en Dios, al punto de no dudar en acusar a su compañero para acabar pronto con el tormento de la tortura e inventar toda una historia tan ficticia como abominable. No deja de ser interesante e impactante dicho proceso de deshumanización, cuyas semejanzas nos remiten por supuesto a los horrores de la Santa Inquisición, derogada casi 100 años antes, pero cuya última víctima fue ajusticiada en 1826.

    El film, por cierto, también grafica el fervor de la muchedumbre ignorante y violenta, que exige justicia rápidamente, a la que termina también por sucumbir la propia familia de los acusados, que les dan la espalda a sus miembros. En cualquier caso, ello representa un recordatorio de que la humanidad apenas ha avanzado en estos aspectos a lo largo de la historia. La película fue filmada en las localidades donde ocurrieron los hechos, Osa de la Vega, Belmonte, La Celadilla y Tresjuncos, siempre Cuenca, Castilla-La Mancha, con fotografía del español de origen alemán Hans Burmann ("Tesis", 1996). Por otra parte, la música estuvo a cargo del compositor español de bandas sonoras Antón García Abril ("Texas Addio", 1966). Luego de que fuera confiscado y se convirtiera tristemente en la única película española censurada en democracia, según se dice, "El Crimen De Cuenca" (1980) recién se estrenaría en agosto de 1981, provocando un gran impacto en la sociedad española de entonces. A pesar de que se le autorizó a ser exhibida bajo el anagrama S, presuntamente para evitar ser discriminada por el escándalo judicial, la cinta llegó a recaudar más de 460 millones de pesetas, una cifra récord en la taquilla local para un filme de este contenido.

    Las actuaciones son correctas, cuenta con un reparto competente y que funciona con un marcado rasgo coral. Daniel Dicenta y José Manuel Cervino encarnan a Gregorio Valero y León Sánchez respectivamente. El argentino Héctor Alterio como el juez Emilio Isasa. Guillermo Montesinos encarnó a José María Grimaldos "El Cepa". Amparo Soler Leal como Varona, esposa de Gregorio. Mary Carrillo interpreta a Juana, la madre de Grimaldos. Mercedes Sampietro es Alejandra, sirvienta del juez Isasa. Y el legendario Fernando Rey como el diputado Martínez de Contreras, completaron el reparto.

    En definitiva, interesante y polémico drama basado en hechos reales. Una cruda y valiente recreación de uno de los casos de negligencia, abuso de autoridad y tortura más infames de la historia policial y judicial de España, que reflexiona sobre la injusticia, la deshumanización y la pérdida de la fe en todo lo que creemos. La cinta fue nominada al Oso de Oro del Festival Internacional de Cine de Berlín en 1980 y al Hugo de Oro del Festival Internacional de Cine de Chicago de 1983. En 1984 ganó el Premio ACE a la mejor actriz (Soler Leal).

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