Miguel llega a un pequeño pueblo para trabajar en el molino industrial de María y su hermano, un lugar marcado por el aislamiento y las tensiones silenciosas de sus habitantes. María, exiliada allí por circunstancias que la han alejado del mundo, reconoce en Miguel a un alma afín, alguien que comparte su soledad y sus cicatrices invisibles.
Entre la rutina del molino y las miradas inquisitivas del pueblo, surge entre ellos una conexión íntima que desafiará su entorno y sus propias barreras emocionales.