Cuando salpica la maldad
por Tomás Andrés GuerreroExisten filmes que te provocan mal cuerpo, y luego están esas inmorales inmersiones en el Infierno, como la película de Demián Rugna: Cuando acecha la maldad. El cineasta que logró gran atención entre los círculos de fans del fantástico con Aterrados, ha conseguido superarse. Si te gustan los filmes de terror barrocos que atacan tu mente y tus pensamientos, como si tuvieses dentro del cerebro un 'Critter' o un 'Gremlin', éste es tu largometraje. El director de Buenos Aires da una vuelta de tuerca el cine de posesiones demoníacas como si se brote viral se tratase (alejándose del 'found foutage' de 'Rec'), demostrando ser cualquier cosa menos un realizador remilgado.
La enorme oleada de películas sobre posesiones y exorcismos que se extendió desde mediados de la década de 2000 hasta la de 2010 casi agotó el género. Había tantas producciones en torno a personas cuyo cuerpo es tomado por un demonio o espíritu maligno, que dejaron de ser impactantes. Para inquietar de verdad al público, el cineasta tenía que encontrar un nuevo enfoque. Por eso, Rugna parece haberlo conseguido con Cuando acecha la maldad: su más innovador punto es simplemente hacer un drama familiar impactante, y luego ver cómo la llegada de una fuerza demoníaca eleva el terror. Mientras que muchas historias de este tipo, que han surgido al amparo de El exorcista, son principalmente historias religiosas, aquí estamos básicamente ante una historia de dos hermanos que han de hacer frente a lo desconocido y en la que todo el mundo parece saber las reglas del juego menos ellos.
Estamos ante una producción modesta, lo que hace que la tremenda catarata de escenas grotescas y desagradables sea mucho más impresionante. Con ella, queda demostrado que Rugna no aparta la cámara ante lo más crudo: mostrando actos de violencia terribles (abstenerse amantes de los animales y espectadores con hijos pequeños). Estamos ante un filme tanto para el público más sórdido, como para los fans del terror más explícito: sus 'FX' son aterradores y, a medida que van sucediéndose las muertes en pantalla, la historia se vuelve más contundente y gráfica. Rugna no necesita recurrir a los sustos baratos o a los trillados ‘jump scares’, aunque se pierde algo en su tramo final con demasiada explicación y sobre exposición sobre ese fenómeno al que los argentinos del campo llaman "embichados".
Y al fin de todo, lo que intenta contarnos Rugna -sin hacer demasiados 'spoilers'- es como la juventud argentina ha alzado a la ultraderecha al poder, aunque es algo que no todos podrán ver, es el mensaje mas implícito de la película. Como él tantas veces ha dicho mientras presentaba el largometraje: “que se vayan a tomar por el orto”. Aunque cada uno puede sacar sus propias conclusiones. Irregular, como lo es la vida. Horrorosa de la misma manera.