Katsu y su ex mujer Sumiko reciben una carta del Ministerio de Justicia en la que comunican la revisión de la condena de Kana: la asesina de su hija. La chica fue juzgada hace siete años como adulta a pesar de tener 17 años cuando cometió el delito. El abogado de la muchacha está convencido de poder sacarla de la cárcel e, incluso, de conseguir una indemnización. Para los padres (él, totalmente alcoholizado desde la muerte de su hija; ella, con una vida rehecha con esfuerzo), la liberación es inaceptable: no hay perdón posible para Kana.