Sarah, de 40 años, está al borde del agotamiento. Su marido falta a menudo y ella se ocupa casi sola de sus hijos de 9 y 6 años. Un día, en la playa, el mayor, Simon, desaparece. Sarah lo encuentra empapado y con fiebre. En casa, Simon se había vuelto extraño y pasaba horas en la bañera, buscando el contacto con el agua a la menor oportunidad. Preocupada, Sarah insiste en conocer la razón de este comportamiento. Simon confiesa finalmente que cuando se sumerge en el agua oye extraterrestres.