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    Perseguido
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    David Filme
    David Filme

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    2,5
    Publicada el 4 de octubre de 2021
    "Perseguido" es un entretenido film de ciencia ficción, dirigido por Paul Michael Glaser y protagonizado por Arnold Schwarzenegger y María Conchita Alonso. Año 2017. Ben Richards es un ex capitán y piloto de helicópteros acusado falsamente de una masacre a la población civil que se ve obligado a participar del programa de sobrevivencia “The Running Man”. Los orígenes de la cinta se remontan a 1985 cuando el productor Rob Cohen se hizo con los derechos de la novela “The Fugitive” (1982) por US$15.000, firmada por Stephen King con el seudónimo de Richard Bachman. Ambientada durante el año 2025, en que la economía de Estados Unidos está en ruinas y la violencia aumenta, la novela trata sobre un hombre pobre y cesante que se ve obligado a enrolarse a un concurso de televisión llamado “The Running Man” para conseguir dinero para los medicamentos de su hija enferma. Desesperado, acepta someterse a las brutales reglas del juego en el que junto a otros concursantes será perseguido y cazado por unos asesinos profesionales contratados para dicho fin, pero con la posibilidad de ir ganando dinero por cumplir horas sin ser capturado, matar a cada cazador y, finalmente, sobrevivir a toda la prueba. Para realizar la adaptación, Cohen contrataría al guionista Steven E. de Souza quien, a pesar de realizar algunos cambios importantes en la traslación de la novela al guión como los rasgos y motivos de Ben Richards para hacerse parte del filme y el personaje de Amber Méndez, lograría captar la esencia orwelliana que tiene la novela de King en cuanto a conceptos claves como la sociedad distópica sumida en el caos y un Estado opresivo y brutal que manipula la información y practica la vigilancia masiva y la represión política y social con absoluta impunidad.

    De esta forma, en la línea de films distópicos y de ciencia ficción denunciantes como “Metrópolis” (1927), “Bladerunner” (1982) y “1984” (1984), la película constituirá una reflexión, pero ante todo una premonición de la sociedad en la que vivimos actualmente. De hecho, en lo referente al contexto en que se desarrolla la historia, y a través de su rápido y efectivo prólogo, la cinta se vuelve escalofriantemente real si tenemos en cuenta la época en la que está ambientada (2017) y en la que se escribió el guión (1987) donde observamos cómo varias de sus predicciones se cumplen en nuestros tiempos, una economía mundial zigzagueante (Estados Unidos, China y la Unión Europea) y al borde del colapso producto de la pandemia del coronavirus, la escasez de alimentos (como Yemen, Sudán del Sur) en muchas zonas de un mundo hiperconectado y preocupado esencialmente de las telecomunicaciones, la imposición en varios países de un Estado policial o militar dividido en zonas paramilitares (como Libia y Afganistán) en donde éstos imponen su ley con mano de hierro y una televisión controlada por el Estado (como Corea del Norte y RD del Congo) que se encarga de aterrorizar, enajenar y eliminar a los elementos disidentes. Se trata de países en donde las artes y los medios de comunicación están censurados y hay grupos disidentes muy pequeños que sobreviven en la clandestinidad. Puede que en el mundo actual no hayamos llegado al extremo de tener realities en donde haya participantes luchen por sobrevivir, pero sí podemos dar fe de la existencia de una cultura de la enajenación por parte de la televisión.

    En ese sentido, la película es un evidente antecedente no sólo a otros films distópicos recientes sobre humanos cazando humanos para regocijo de otros humanos como la saga “The Hunger Games” (2012-2015), sino también fenómenos mediáticos reales como los realities shows como “Big Brother” (1999), inspirado en la novela de Orwell y finalmente hecho realidad en Países Bajos por John de Mol. En cualquiera sea el caso, el posible advertir cómo los espectadores llegan a un grado de enajenación e idiotización paralelamente proporcional a la pérdida de la moralidad y deshumanización de los medios. Uno de los lastres, sin embargo, que el film carga es su eterna, y quizás injusta, comparación con otro de los grandes hits de ciencia ficción de Schwarzenegger en que también se trata la manipulación de autoridades gubernamentales, el clásico “Total Recall” (1990) de director holandés Paul Verhoeven. A diferencia del guión firmado por Dan OBannon, Gary Goldman y Ronald Shusett, De Souza no ofrece una correcta estructuración del héroe protagonista Ben Richards y se contradice en una cuestión tan básica como pregonar la supuesta integridad moral del personaje, quien se contradice matando a todos sus cazadores excepto a uno al que le perdona la vida cuando el público pedía su cabeza. Por el contrario, sí logra dibujar e imponer un antagonista sólido, perverso y miserable, el presentador Damon Killian, interpretado brillantemente por el veterano Richard Dawson. Su frase “esto es televisión, no tiene nada que ver con la gente, sólo con los ratings" resume la consigna de las cadenas de televisión que no temen perder los escrúpulos y hacer cualquier cosa con tal de lograr los más altos niveles de audiencia.

    Desde un punto de vista estético, tiene logradas ambientaciones a pesar de sus evidentes carencias presupuestarias, por ejemplo, en la representación de la decadente y sobrepoblada ciudad donde ocurren los hechos y en la recreación de la cárcel de alta seguridad en la que Richards y sus amigos se encuentran encerrados. También resulta eficiente la ambientación y los decorados del set de audiencia y de competencia en donde los convictos deben enfrentar a los cazadores, evitarlos o eliminarlos, aunque en ello la estética del film abuse un tanto de lo plástico y de las luces de neón, una clave del cine ochentero, en cualquier caso. Sin embargo, Glaser muestra cierto oficio artesanal al introducir vestuario, maquillaje, utilería y efectos especiales prácticos recurriendo lo menos posible a efectos computacionales. Sin ser una película impredecible y de ritmo desbocado, el director logra imponer un ritmo de reloj suizo que tiene calculados momentos de intensidad en los enfrentamientos con los cazadores una carga, pero teniendo el mérito de no decaer en la práctica. Entendiendo bien el concepto del cine de acción, Glaser dirige unas correctas escenas de lucha entre Richards y cada uno de los asesinos profesionales que lo acechan, como Subzero que utiliza una guadaña como palo de hockey sobre hielo, Buzzsaw que carga una motosierra, Fireball que tiene un lanzallamas y Dynamo que posee un lanzarrayos y un Buggy. No obstante, las secuencias tienen muy poca personalidad del director y no pasan de ser enfrentamientos más o menos predecibles en donde más bien destaca la efectividad de los recursos técnicos como bengalas, explosivos controlados y vehículos.

    Las actuaciones son correctas, además de un siempre pétreo pero efectivo Arnold Schwarzenegger y un recordado Richard Dawson en la piel de Ben Richards y Damon Killian respectivamente, el film cuenta con la interpretación de la cantante latina María Conchita Alonso, cuyo personaje no tiene ningún peso importante más que de ofrecer una fémina atractiva que acompañe al héroe. Incluso, en “Commando” (1985) de Mark L. Lester, clásico de acción que tiene la misma premisa de la acompañante del héroe en Cindy (Rae Dawn Chong), el guionista se preocupa por estructurar a este secundario femenino con intervenciones quirúrgicas que justifican su presencia. Yaphet Kotto y Marvin J. McIntyre encarnan a los amigos y compañeros de Richards, Laughlin y Weiss. También encontramos al fisiculturista Sven-Ole Thorsen como el guardaespaldas de Killian Sven y al luchador profesional Jesse Ventura en la piel del cazador Captain Freedom. Los cazadores fueron interpretados por el luchador profesional “Professor Toru Tanaka” como Subzero. Gus Rethwisch encarnó a Buzzsaw. El ex jugador de fútbol americano Jim Brown como Fireball y el también luchador Erland Van Lidth De Jeude.

    En definitiva, una película distópica que entretiene e impone un lenguaje premonitorio respecto al futuro político y social de varios países actuales del mundo, que funciona y es efectiva aunque no logra la epicidad de otros films. Muestra la capacidad de manipulación que ejercen los medios de comunicación sobre la sociedad, silenciando las protestas o desviando la atención de lo que verdaderamente importa. A pesar de costar más de US$27 millones y recaudar poco más de US$38 millones, Cohen consideró la película como rentable a pesar de las críticas al guión por supuestamente profundizar poco en el aspecto ideológico de su trama. La crítica destacaría, por otra parte, la actuación de Richard Dawson, quien ganó el Premio Saturn al mejor actor secundario.

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