El imposible sueño americano
por Andrea ZamoraLo de algunos directores son los gánsteres. A otros les da por la ciencia ficción. Les hay que, lo que les va, es la violencia salpicada de un poco de comicidad. Hasta hay cineastas a las que les pirran las historias de chicas melancólicas revestidas de lazos y colores pastel. A Sean Baker, por lo que sea, lo que le gusta es convertir en protagonistas a los marginados de la sociedad. Anora, su nueva película, repite patrón, pero lo que ha hecho el cineasta es, sin rodeos, una de las mejores películas del año.
Anora es el nombre de la protagonista de la nueva historia de Baker: una trabajadora sexual que conoce a un joven ruso de familia adinerada que se encapricha con ella. Lo que comienza con una semana de exclusividad pagada se transforma en una boda en Las Vegas y, lo que para Anora era una nueva forma de vida -dejar su vida en un barrio de las afueras de Brooklyn y su trabajo de 'estríper'- se convierte en la peor noche de su vida.
La capacidad de Baker para cambiar de registro es extraordinaria: del romance al drama. Del drama a la comedia negra. De la comedia negra al 'thriller'. Del 'thriller', de nuevo, al drama. El cineasta lo hace de forma tan natural y orgánica que, pese a lo sorprendente de la historia, la ficción se asemeja de una manera extraña a la realidad.
Baker y su autoría no es lo único que engrandece a Anora. Porque, para que la película sea lo que es, el cineasta necesita a alguien a la altura de su plan. Mikey Madison firma una interpretación magistral. Que el público se preocupe por la protagonista, un personaje que podría caer en lo insoportable y provocar rechazo, es cosa del perfecto tándem Baker-Madison.
Baker te obliga a mirar la pantalla y olvidarte de todo lo demás. Anora es puro entretenimiento, de esos que moldean el tiempo destruyendo todas las leyes de la física: parece durar un suspiro, pero no dejan de pasar cosas increíbles en sus 139 minutos de duración.