Desde que consiguió la cámara de su padre a los 7 años, Daniel Northcott dedicó su vida a documentar el mundo a su alrededor. Filmó a su familia y amigos mientras crecían y, con el tiempo, llevó su pasión más allá, viajando por distintos rincones del planeta.
A través de su lente, capturó momentos únicos, historias humanas y la belleza efímera de la vida. Su obsesión por registrar cada instante no solo creó un testimonio visual de su existencia, sino también un reflejo profundo de la conexión humana con el tiempo y la memoria.