Treinta y nueve años pueden parecer pocos si es la edad a la que te vas a ir, o la que marcará la pérdida de tu mejor amiga. En el velatorio de Elena se encuentran todos, desde familiares hasta amigos y extraños. Adela no puede evitar sentir que todo lo que está sucediendo es una farsa, algo sin sentido. La luz tenue, los ramos de flores y el crucifijo colgado detrás del ataúd no tienen nada que ver con la Elena que conoció. Confusa por el presente y pensando en un futuro vacío, Adela se adentra en un recuerdo: un otoño lejano, diez años atrás, cuando una Elena joven, llena de vida y chispa, la esperaba en una casa de playa para leer novelas de misterio y pasear en bicicleta. Juntas, con su amiga Luci y su bebé, disfrutarían de unos días entre música, conversaciones y algún que otro sobresalto. Pero los fines de semana no duran para siempre, y Adela no estaba lista para despedirse otra vez. Cuando llega el momento de partir, es Paquito quien les muestra una forma de postergar un poco más esa despedida. Adela siempre extrañará a Elena, pero no hoy. Hoy Elena está ahí, a su lado.