"La Parada De Los Monstruos" es un macabro y asombroso drama con tintes de terror, dirigido por Tod Browning y protagonizado por Harry Earles. Una de las virtudes del film es, el tono natural y cotidiano de su relato, mostrando con solvencia lo que podría ser la vida de una compañía circense en los primeros años de La Gran Depresión. Este costumbrismo es aún más meritorio si tenemos en cuenta que incluye también día a día de los freaks y sus deformidades. No es un tema baladí si tenemos en cuenta la época de rodaje y que los actores sufrían realmente las anormalidades físicas: acondroplasia (enanismo), microrocefalia, hermanas siamesas, mujeres barbudas, torsos humanos… Todo este naturalismo fue demasiado para el público de los años treinta, incapaz de asimilar cualquier síntoma de deformidad. El film por lo tanto, también sirve de termómetro moral de una época con notables reservas de intolerancia, si bien algunas actitudes siguen estando plenamente vigentes. Mientras Tod Browning se afanaba en mostrarnos a los freaks como seres llenos de dignidad, bondad y ternura, los humanos a uno y otro lado de la pantalla abominaban de ellos. Eso sí, con el tiempo han aprendido a hacer piña y protegerse, estas pobres personas obedecen a una tácita ley: ofende a uno y los ofenderás a todos.
El relato original, Spurs de Tod Robbins, se centraba casi mayormente en la relación entre el enano Hans (Harry Earles) y la taimada trapecista Cleopatra (Olga Baclanova), la película va más allá. Hans tiene una relación con Frieda (Daisy Earles), también enana, pero entre ellos se interpone Cleopatra. La trapecista, medio en broma, seduce a Hans, pero cuando se entera de que éste ha heredado una gran fortuna su plan será mucho más funesto. Planeará casarse con Hans y luego liquidarlo para quedarse con las riquezas. Hans parece hipnotizado por Cleopatra, que además está conchabada con el bruto de Hércules (Henry Victor), pero el resto de Freaks quizá no sean tan fáciles de convencer. Y defienden a los suyos. Esta historia es el hilo que da coherencia, que hilvana la narración del filme. Gran parte del metraje son escenas de cotidianidad que tienen como aliado el afilado verismo de todo lo filmado. A veces nos sentiremos incómodos por como tratan a los freaks, otras nos iremos sumergiendo en su mentalidad, que incluye un inquebrantable espíritu de grupo y un candor que solo se rompe ante la amenaza externa. A decir verdad, no son una tribu exenta de la compañía de gente "normal", pero saben protegerse. Particularmente entrañables son los microcefálicos Zip y Pip (Jenny Lee Snow y Elvira Snow) o Frieda. Las hermanas siamesas (Daisy y Violet Hilton) añaden un extraño humor y puede que hasta algo de morbo. Tampoco hay que perder de vista a otro acondroplásico como Angeleno (Angelo Rossitto) y demás actores con deformidades que se irán sucediendo. Quizá Tod Browning pretendía enfrentar al espectador con lo inusual y así, actos sencillos como alguien sin extremidades superiores encendiéndose un cigarro con los pies se convierten en subversivos.
A la hora de rodar la cinta, el director tenía un certero conocimiento de causa sobre el tema circense. En su adolescencia trabajó en papeles de diversa índole en un circo, y posteriormente lo hizo en una sala de variedades. Este bagaje de juventud se nota en el amor que supura cada fotograma por el circo en general y por los freaks en particular. No es, por lo tanto, descabellado decir que este mundo es una constante para Tod Browning, toda vez que dirigió otras películas con el circo como entorno de desarrollo de la acción. Un aventajado ejemplo es "Garras humanas", un tremebundo drama donde de nuevo hay un trío amoroso en un circo que dará lugar a situaciones verdaderamente grotescas. No obstante, a pesar de haber sufrido un diverso surtido de censuras e incluso denuestos de la propia productora, ha obtenido el resarcimiento de haberse convertirse en una película de culto con una nada desdeñable prole de películas influencia por la obra de Tod Browning. Rodado en tono documentalista, admite diversas lecturas. Denuncia la utilización de personas con malformaciones físicas en escenarios para regocijo del público. Rechaza la utilización de personas con discapacidad como medio para suscitar burlas. Muestra los sentimientos de frustración y dolor moral de los diferentes cuando son objeto de mofa y diversión. Pone en relación la singularidad de los diferentes con las mostruosidades morales de personas normales. Ilustra la diversidad de las discapacidades físicas. Recuerda que toda persona normal está sometida a riesgos de convertirse en discapacitada por enfermedad o accidente. Estableciendo que la diferencia forma parte inseparable de la condición humana.
Las actuaciones son notables, Olga Baclava interpreta a la trapecista Cleopatra, con una interpretación estelar. Leyla Hyams encarna con solvencia a Venus, la domadora de focas. Henry Víctor personificó al forzudo Hercules. Wallace Ford y Roscoe Ataes como los payasos Phroso y Roscoe. O personas que por sus taras físicas atraen el morbo del espectador, como los enanos Hans y Frieda (hermanos en la vida real) interpretados por Harry Earles y Daisy Earles. Peter Robinson encarnó al "Hombre Esqueleto". Las gemelas Daisy Hilton y Violet Hilton como las hermanas siamesas. Las microcefálicas Elvira Snow y Jenny Lee Snow son Zip y Pip, conocidas como "cabezas de alfiler". Schlitzie encarna a Simón Metz. Rose Dione como la cuidadora Madame Tetrallini. Josephine Joseph es la hermafrodita (mitad hombre y mitad mujer). Angelo Rossitto como el acondroplásico Angeleno. Johnny Eck es el hombre sin piernas (conocido como el torso). Olga Roderick como "La Mujer Barbuda". Frances O'Connor y Martha Morris son las mujeres sin brazos. Y para finalizar Elizabeth Green como Koo Koo la Mujer Ave, la cual tenía síndrome de Virchow-Seckel o cabeza-pájaro de enanismo, recordada por la escena en la que baila sobre la mesa.
En definitiva, asombroso y macabro drama, película que surgió como una anomalía y todavía hoy, casi noventa años después, sigue teniendo una fragancia algo extraña y perturbadora. Tod Browning hace que el film sea a un tiempo un drama siniestro, un tierno alegato a favor de la diversidad, y una taxativa defensa de lo deforme. Explica cómo a lo largo de la historia han variado las pautas de tratamiento social de los "diferentes". Expone que no todas las personas normales discriminan a los "diferentes" y que éstos no siempre desarrollan conductas solidarias. También flirtea con el terror, quizá también hacia nosotros mismos. Cuando vemos la película sentimos que los monstruos no son los freaks, sino, a veces, los que son (somos) tenidos por "normales".
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