“Mi Pie Izquierdo” es una delicia, pura poesía narrativa llena de corazón y sentimiento, una oda a la familia, al amor y a la superación. Algunas personas viven historias que parecen haber nacido para ser contadas por el séptimo arte. Hay en ellas un poder inequívoco de humanidad y de ejemplaridad que va más allá de la mera anécdota. La primera película del laureado Jim Sheridan y primera colaboración también con Daniel Day-Lewis, (después llegarían las memorables “En el nombre del Padre” y “The Boxer”), cuenta los retazos de una vida marcada por la enfermedad, pero también por el amor inevitable por la vida y la creación.
Christy Brown nace en el seno de una familia humilde de Irlanda, en la dura y aciaga década de los años treinta. Desde niño, padece una parálisis cerebral que le impide mover la mayor parte de su cuerpo, a pesar de que su mente es un auténtico torbellino de afán de comunicación con el mundo, con sus seres queridos y con todos aquellos que no conoce, a través de un imparable empeño por escribir y pintar, aunque sea con su único miembro vivo, su pie izquierdo.
Y con esta historia, y una renuncia total de mitificar e idolatrar a Christy Brown, Sheridan canta un sencillo y directo poema a la vida, al amor por un hijo y por un hermano más allá de las dificultades. Mi pie Izquierdo no es una historia de marginación o pesar; es un verídico retrato de una vida y de una persona, dejando a un lado la complacencia. Se nos cuenta el crecimiento, el aprendizaje y la madurez de Brown como si de cualquier otro chico fuese, con juegos, amigos, peleas, amores, decepciones y victorias.
Las actuaciones son extraordinarias, inverosímiles y deslumbrantes. Si hay algo por lo que esta cinta será recordada por los siglos de los siglos es por la grandiosa interpretación de Daniel Day-Lewis, pocas veces hemos visto a un actor tan entregado a un papel, muchos llegamos a pensar que Lewis sufría parálisis cerebral de verdad. El cuál obtuvo el Oscar por su profundidad psicológica, sin duda de los premios más merecidos de la historia del cine, su mejor actuación bajo mi punto de vista. Brenda Fricker está sublime, dibuja un sensible y emocionante retrato de esa madre que nunca se rinde y que ansía por encima de todo la felicidad de sus hijos. También se llevó su Oscar a la mejor actriz secundaria con todo merecimiento.
En definitiva, cuando la dirección, el guión y las interpretaciones son geniales, uno se olvida de efectos especiales, de fotografía, de actores mediáticos… Y simplemente disfruta. Esto es cine difícil, cine que no puede hacer cualquiera, cine de calidad, sencillamente una maravilla.