Esperando la paga
por Xavi Sánchez PonsNo es casualidad que de entre todas las novelas de Gabriel García Márquez, Arturo Ripstein eligiera El coronel no tiene quien le escriba para trasladarla al cine. Se trata de la obra que está más alejada del realismo mágico del autor de Cien años de soledad, y se acerca más al imaginario decadente y realista del director mexicano. De hecho, es tal similitud de mundos, que a la media hora de proyección, la frontera entre el de Ripstein y el de Márquez se difumina, y el filme se convierte en un todo en el que es difícil discernir a quién pertenece cada elemento.
Lo más destacable de esta inspirada adaptación es su textura casi fantastique. La ambientación casi gótica de la casa del Coronel y su esposa; la fotografía, a ratos de colores irreales, de otro mundo, descoloca al espectador repetidas veces; o la imagen fantasmagórica del Coronel acudiendo cada viernes al embarcadero en busca del cartero; son sólo algunos de los factores que dotan a la película de esa atmósfera fantástica.
A favor: el aire decadente de todo el conjunto
En contra: su larga duración, hacia el final se hace un poco repetitiva