Pocos meses de que terminara la guerra en Europa y a sólo semanas de haber terminado oficialmente la Segunda Guerra Mundial, Roberto Rossellini estrena no sólo lo que es una de las mayores películas de la historia del cine, si no que en sólo 100 minutos expresa a la perfección todas las injusticias, atrocidades y esos sentimientos recientes, de la Segunda Guerra Mundial en Roma.
Probablemente estemos ante una de las películas más representativas de todos los tiempos, no solo por lo que expresa y por lo buena que es la película en sí, si no que es de las primeras películas y sin duda la definición más clara del neorrealismo italiano. Para muchos ya no es solo la mejor película italiana de todos los tiempos, si no que es la que mejor retrata la pobreza extrema en la guerra, y como ya dije antes todas esas atrocidades y desigualdades ocurridas por los alemanes en Roma.
La trama narra la historia de Giorgio Manfredi (Marcello Pagliero), el líder de la resistencia del Comité Nacional de Liberación, que durante la ocupación nazi de Roma en 1944, es perseguido por los nazis mientras busca un escondite para refugiarse de ellos. Al final pide ayuda a su mejor amigo Francesco (Francesco Grandjacquet), el cual se va a casar con su novia Pina (Anna Magnani).
A ellos se une el cura de la parroquia, Don Prieto (Aldo Fabrizi), el cual también defenderá a Manfredi.
El film es sin lugar a dudas de los que más impactado me ha dejado en mucho tiempo. Tiene dos escenas que aparte de ser de mis favoritas son de lo más impactantes.
Una de las grandes obras maestras del séptimo arte, de uno de los directores más importantes de la historia del cine, Roberto Rossellini.