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    La brujería a través de los tiempos
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    David Filme
    David Filme

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    4,0
    Publicada el 18 de marzo de 2022
    "Häxan" es un legendario y referencial film de drama y terror silente que mezcla el documental y la ficción, dirigido por el danés Benjamin Christensen.
    Luego del éxito de su segunda película, el melodrama social "Haevnens Nat" (1915) e inspirado por los recientes films de terror del Expresionismo Alemán como "Der Student Von Prag" (1913) de Stellan Rye y Paul Wegener, "Das Cabinet Des Dr. Caligari", (1919) de Robert Wiene y "Der Golem" (1920) de Carl Boese Paul Wegener, el actor y director danés Benjamin Christensen se aboca en concretar la que a la postre se convertiría en su mejor película y la película más cara de Escandinavia en la época silente, "Häxan" (1922). A partir de un viaje a Berlin, Christensen había adquirido una copia del legendario e infame "Malleus Maleficarum" (1487) de Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, probablemente el más importante manual de caza de brujas alguna vez escrito, utilizado por los inquisidores no sólo como consultor bibliográfico para identificar, capturar, torturar y ajusticiar supuestas brujas, sino como epítome de una fe ciega en la creencia en las brujas y estandarte de la lucha de la Iglesia contra el Demonio y sus secuaces. Christensen quedaría especialmente impactado e interesado por su temática e influencia en la muerte directa e indirecta de cerca de 30 mil personas (que algunos historiadores aumentan en algunos casos a más de 100 mil ejecuciones a partir de 8 millones de detenciones, especialmente en Europa Central), abocándose en una investigación documental que duraría 3 largos años (1919-1921) y que finalizaría en uno de los clásicos más recordados del drama y el terror de la época silente del cine, pieza fundacional en la construcción del imaginario fílmico de naciente género de terror, a pesar de no ser inicialmente su objetivo e hito imprescindible para los amantes de lo oscuro y tenebroso.

    Ciertamente cabe detenerse en la naturaleza fílmica del film, que como ya señalé combina de forma muy efectiva el formato documental y la ficción, aunque de una manera atípica, incluso para nuestros tiempos, pero que en ningún caso se traduce en una falencia sino en la presentación de un trabajo rico en matices y formatos, como también pragmático y funcional. Así, para comprender las razones de Christensen para presentar su película en este formato, es preciso tener en cuenta que en el momento en que Christensen concebía su tercer film, el estadounidense Robert J. Flaherty presentaba su referencial documental "Nannok Of The North" (1921), mientras que en terreno local recién se había estrenado el notable film "Körkarlen" (1921) del sueco Victor Vjöström, y su amigo y compatriota Carl Theodore Dreyer afinaba los detalles del clásico "Blade af Satans Bog" (1922). El director divide "Häxan" (1922) en 7 capítulos de pragmática duración, lenguaje narrativo conciso y para nada rebuscado (considerando siempre su naturaleza documental), con una evidente intención pedagógica y moralizante pero inusualmente crítica para su época y una ostentosa y potente imagenería visual que le serviría para ser considerada una de las obras del cine mudo más impactantes y chocantes para el espectador, que incluso hoy a prácticamente 100 años de su realización, se traduciría en un obra altamente admirada y reverenciada.

    En el primer capítulo, Christensen presenta cronológicamente los aspectos históricos y psicosociales más interesantes e importantes de la brujería a través de los siglos, en donde lo más importante es la mutación de los espiritus malignos paganos a demonios en la psique del hombre. Para ello, cita una cantidad no despreciable de referencias bibliográficas y pictóricas reales, entre las que vale destacar grabados de obras como "De Lamiis Et phytonicis mulieribus" (1489) del suizo Ulrich Molitor, "Der Ritter Von Turn" y "Der Gewalttätige" (1494) del alemán Albrecht Dürer, "Die Emeis" (1516) de Johannes Geiler von Kaysersberg y "Compendium Maleficarum" (1608) de Francesco María Guazzo, además del ya mencionado "Malleus Maleficarum" (1484), por nombrar sólo algunos, y pinturas como el encuentro del Demonio con San Agustin (1480) de la capilla del Monasterio de Neustift, Tirol, Austria, "Est-ce Enchantement, Est-ce Une illusion" (1720) del francés Claude Gillot y "Linda Maestra" (1793-1798) del español Francisco de Goya. Sin embargo, el director irá más allá de presentar evidencia bibliográfica histórica sino que llevará a cabo una recreación visual de otros elementos bibliográficos que funcionan como contundentes fuentes de información, como su idea de representar maquetas de la concepción del universo egipcio y caldeo sobre el inframundo y la de mecanizar la miniatura "Hortus Deliciarum" (siglo XII) de autor anónimo para mostrar la percepción del pecado, el castigo y el infierno en el Medievo así como la de una representación de las siete esferas del mundo, según la creencia del hombre medieval. Un capítulo introductorio de compleja y a la vez simple factura, que funciona bastante bien para presentar el tema.

    En el segundo capítulo, el director danés incluirá sus primeras representaciones teatrales, con decorados y actores, en donde claramente el guión comenzará poco a poco a mutar desde lo meramente documental hacia la exposición de situaciones representadas, y que a la postre será la introducción de varios casos de brujería ligados en uno sólo. Así, el espectador presenciara ingenuas y supersticiosas acciones de curanderas ayudando a mujeres a seducir con "brebajes y conjuros" a sus intereses amorosos, ladrones de cadáveres asaltando lugares de ejecución y cementerios para conseguir la materia prima para las curanderas o "brujas", o situaciones mundanas de envidia y mala convivencia como el borracho que maltrata a una bruja que se queda dormida en la puerta de su casa y ésta lo castiga dejándolo mudo. Algunas escenas del Diablo haciendo volar monedas de oro, otras de demonios menores traspasando puertas y paredes y otras de danzas satánicas en el Sabbath darán paso al tercer capítulo, que se centrará en cómo identificar a las brujas, desde las ridículas pruebas de sumergir a la acusada en el río (sí flota es una bruja, si se ahoga y muere es inocente) hasta el dramático caso de María, una vieja indigente tejedora que es acusada de brujería por medio de una prueba de plomo y que será capturada y torturada para confesar y de paso involucrar a otras supuestas brujas. Prosigue el cuarto capítulo, en donde María ya ha "confesado" sus pérfidas acciones diabólicas, producto de la tortura, como maldecir a sus vecinos y haber parido demonios tras copular con Satanás, involucrando a Trina, la mujer que pidió un brebaje para enamorar a un fraile y Karna, compinche de María que le ayuda a preparar sus brebajes y recetas arcanas.

    No obstante, hay que señalar que el director no se guarda nada de realismo, a pesar de la teatralidad, para el mal trato que la Inquisición le da a la pobre anciana e introducirá una serie de escenas de desnudos de espalda cuando ésta y otras mujeres acusadas estén siendo acusadas y torturadas. Tampoco lo hará con las recreaciones del Sabbath con mujeres bailando desnudas y teniendo sexo con demonios, además de otras bastante sugerentes en donde se les ve cocinando bebés, pisando cruces y besando el trasero del Demonio, imágenes reproducidas evidentemente de los grabados y pinturas ya expuestas en el capítulo primero. Y aunque estamos hablando de un compendio de imágenes que le valieron no sólo la censura visual sino también ideológica en algunos países en donde se prohibió, para ser honestos estamos en presencia de un verdadero festín de horror, ideado magistralmente por el director de arte y decorador Richard Louw, que en complicidad con el gran fotógrafo Johan Ankerstjerne, regalan una serie de eternas postales visuales, como el vuelo de las brujas y los encuentros siniestros con el Demonio, en donde no sólo se ve la infuencia del Expresionismo Alemán imperante sino también donde se utilizaron una serie de estrategias como la filmación nocturna, la doble exposición, el rebobinado y timelapse. Es en este segmento además, aunque se replica en casi todos, donde se luce más el trabajo de vestuario y maquillaje de los encargados del departamento de arte, L. Mathiesen y Helge Norél. Además de la caracterización de Satanás, encarnado por el propio director, podemos dar cuenta de una variada gama de demonios de mediana y menor categoría que participan del Sabbath, cubiertos con máscaras y prótesis que simulan un mayor tamaño y una piel escamosa (la creencia de la serpiente), abundante vello corporal, largas uñas y una desnudez oculta inteligentemente por la perspectiva luminosa y de humo de Ankerstjerne.

    El quinto y el sexto capítulo se concentran principalmente en las acusaciones de mujeres más jóvenes, ya expuesta en el capítulo anterior la aversión que las mujeres de avanzada edad y de aspecto indigente producía en los demás estratos e incluso la Iglesia, que por un lado pregonaba la "hermandad" de los hombres y mujeres pero por otro defendía a brazo partido su riqueza y desprecio por los dementes. Básicamente, este capítulo aborda las acusaciones de Anna y su criada Sissel, siendo la primera objeto de deseo sexual de varios frailes del monasterio y acusada de bruja por "seducir" con sus encantos a los hombres de Dios, y también se detiene en analizar algunos de los instrumentos de tortura más infames como el potro, el aplastacráneos, el collar con pinchos y las uñas de gato, entre otros. Culmina con una postal lamentablemente repetitiva de esa época, que todos conocemos. Christensen no deja de evocar una y otra vez las supersticiones y la asimilación errónea de los supersticiosos e ingenuos hombres poderosos de la época, entiéndase, sacerdotes y jueces. Hay ejemplos durante todo el metraje pero ciertamente en la previa al último capítulo, el director danés insistirá en ello, sin por ello volverse repetitivo ya que lo hará de diversas maneras, como las escenas en que las mujeres realizaban nudos con sogas para "inducir" abortos, defecaban, orinaban y lanzaban sus excrementos a las puertas de sus enemigos, y por supuesto la escena de la monja sonámbula que supuestamente poseída es resistida por sus compañeras, separada y prácticamente encerrada.

    Y finalmente, en el séptimo y último capítulo, Christensen lleva el fenómeno de la "brujería" a nuestros tiempos (Dinamarca, años 20s) en donde expone el caso de mujeres cleptómanas, pirómanas y sonámbulas, en donde enlaza directamente el fenómeno medieval de las brujas con las enfermedades mentales e histerias colectivas. Christensen desliza una clara crítica al sistema social, que aunque despojado de esa aberrante mentalidad medieval, sigue siendo supersticiosa y clasista. Si en el pasado, las mujeres que se negaban a abandonar sus creencias y prácticas paganas además de ostentar carácteres indomables eran tildadas de brujas por grupos de fanáticos que al no encontrar explicaciones lógicas a ciertos fenómenos, no encontraban nada mejor que culpar a grupos de débiles mentales, trastornados, indigentes o excéntricos, en la actualidad a éstas se las confina a manicomios mientras que aquellos (especialmente, varones) que parecían excéntricos se les internaba en costosas y modernas clínicas psiquiátricas. De esta forma, si bien no es especialmente claro en denunciarlo, y en honor a la verdad no se esperaría que lo hiciera por el contexto histórico y social en que se filmó la cinta, Christensen insinúa un constante trato despectivo masculino hacia las mujeres a pesar del cambio de época, mostrando que muchos hombres, además de ignorantes pueden resultar muy impresionables.

    Las actuaciones son correctas, bien vale decir que Christensen optó por una combinación de actores profesionales y amateurs, ya que deseaba otorgar una esencia naturalista a sus interpretaciones. Entre los primeros, bien vale la pena mencionar a Oscar Stribolt como el monje gordo al que Trina quiere seducir. Elith Pio que encarna a Johannes, el jefe inquisidor. Albrecht Schmidt como el psiquiatra. Y el propio Benjamin Christensen, que interpreta al Diablo. Entre los actores amateurs, destacar a Maren Pedersen, anciana vendedora de flores de 78 años, que interpreta a María, la vieja acusada de bruja, cuyas escenas de tortura a manos de la Inquisición son realmente conmovedoras e indignantes. Astrid Holm encarna a Anna. Y Elisabeth Christensen como la madre de Anna.

    En definitiva, legendario y referencial film de drama y terror silente, que mezcla el documental y la ficción. Una contundente muestra de genialidad visual sin dejar de tener una crítica socio-religiosa, que a pesar del tiempo mantiene su naturaleza inquietante y dramática así como su valor estético, que demuestra la atemporalidad de nuestros miedos más ancestrales, a lo desconocido y aquello que no logramos entender. Como ya mencioné, sería fuertemente censurada en Estados Unidos, en donde se le prohibió, para ser estrenada en 1968, en una versión mucho más breve, con 77 de los 104 minutos originales.

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