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    Dolor y dinero
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Dolor y dinero

    La ensalada la inventaron los pobres

    por Alejandro G.Calvo

    Michael Bay se da un descanso entre trilogía y trilogía de Transformers -lo que lo confirma como un director tan vehemente como ególatra, tan obsesivo como probablemente chiflado- y nos entrega lo que, según su particularísima manera de ver el mundo (el cine), podría entenderse como una pieza de cámara: pocos personajes, pocas explosiones y ninguna amenaza apocalíptica que vaya más allá de la estupidez que prodigan los protagonistas de la cinta. Acostumbrado a que le importen tres bemoles lo que piensen los críticos de su obra -su obsesión por el marketing va más sobre cómo se venden las películas- Bay nos ofrece en Dolor y dinero una comedia tan disparatada como genialoide, un cruce inflado en clembuterol entre Dos tontos muy tontos, Fargo y el simpático documental sobre el uso de anabolizantes Bigger, Stronger, Faster. Basada en unos aterradores hechos reales donde tres culturistas deciden secuestrar y torturar a un millonario para que este les ceda "voluntariamente" (¡y ante notario!) todas sus posesiones, empresas y riquezas, la película es un total descalabro de acciones bárbaras donde lo mismo se hace una barbacoa de pies y manos humanas, se trafica con leche materna o se impone una nueva religión donde el catolicismo se conjuga con ingerir grandes cantidades de cocaína.

    Con un ritmo de vértigo, capaz de soportar con cierta gracia la extrema duración de la cinta, y diálogos esculpidos a fuego y membrillo -"America es el fitness", "Dios me ha dado un don y es el de reventar cabezas", "¿Qué coma ensalada? ¡La ensalada la inventaron los pobres!"-, Dolor y dinero reinventa el sueño americano a través de los ojos de la generación "Jersey Shore", donde la mejor prueba de que Dios te ama es tener unos tríceps hiperdesarrollados y donde el éxito te llega gracias a como aplicas la fuerza de tus músculos. La máxima a seguir es "te lo mereces porque estás cachas" y, en consecuencia, "cuanto más cachas estés más te mereces". Ha llegado, por fin, la era de la idiocracia: donde los imbéciles heredarán la tierra gracias al sudor de sus hormonas y a lo enfermizo de sus obsesiones. Un auténtico pandemónium donde Bay se relame con un sentido del humor mórbido, insano, puro delirio: erigiendo un monumento a la estupidez tamizado a través de su particular cinética fílmica; un seguido de planos acelerados, oblicuos, espídicos, aéreos, con tomas largas que desafían la tercera ley de la termodinámica y explosiones de violencia que no desdeñarían ni Rodriguez, ni Tarantino, ni Miike. Al final, a uno le queda el rictus clavado en la cara ante haber disfrutado tanto frente a semejante insensatez. Normal, es la mejor película de Michael Bay.

    A favor: Los tres actores -Dwayne Johnson, Mark Wahlberg, Anthony Mackie- brutales en su anormalidad, riéndose de ellos mismos a carcajada limpia.

    En contra: Que su larga duración la aleje de ser la comedia del año.

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