Podrá sonar extraño e incluso incoherente, pero, en mi opinión, ‘Breve encuentro’ es una de las películas más violentas que se han filmado a lo largo de la historia del cine. Y eso, sin ni siquiera haber necesitado el derramamiento de sangre. David Lean dirige una de las películas más humanas, pero a la vez más amargas del séptimo arte.
De sobra es sabido el argumento de esta película: dos personas se conocen de forma fortuita en la cantina de una estación de tren, viviendo un romance con visos de no terminar con final feliz ya desde el mismo comienzo en el que se conocen. A simple vista es un argumento sencillo, pero Lean logra, en gran parte gracias a la ayuda de Celia Johnson y Trevor Howard, y de los cuales se habla a continuación, aportar una sinfín de matices a la trama.
Por un lado, está la estación del tren como metáfora de la propia vida humana. Con sus idas y venidas. Con gente que entra y gente que sale. Todo está en continuo cambio ante nuestros propios ojos sin que uno sea capaz de poder remediarlo. Sin embrago, estos cambios permiten tener una experiencia vital plena y llena de aventuras.
Eso es lo que hacen los dos protagonistas. Especialmente el personaje encarnado por Johnson. ¡Qué interpretación! Logra transmitir la melancolía, la tristeza, la falta de ganas a la hora de vivir, simplemente gracias a esos ojos tan expresivos. El alma humana retratada en la mirada. Además, esa actitud naíf o soñadora hace que el espectador empatice rápidamente con ella. Acaso, ¿quién no ha vivido alguna vez la experiencia del amor con tanta ilusión y a la vez ceguera? Todos. Simple y llanamente, todos.
En cambio, Trevor Howard interpreta el perfecto contrapunto de su coprotagonista. Igualmente, enamorado hasta las trancas de ella, pero que, en cambio, es más escrupuloso a la hora de manifestar su enamoramiento. Más frío, quizás. De esta forma, la combinación de ambos personajes permite que la historia de amor no caiga en el sentimentalismo rancio que se puede observar en otras producciones. Esta mesura en cuanto al sentimentalismo fomenta la empatía del espectador. Pese a que en ningún momento los enamorados alegan que sus respectivas parejas sean unos monstruos (de hecho, dicen que llevan una vida feliz, el espectador nunca piensa en las familias de cada uno de los enamorados. Al contrario, el espectador, o al menos así me ha ocurrido a mí, desea que la pareja esté junta. He ahí lo que, para mí, es el gran valor de esta película. Y eso se debe especialmente tanto a la puesta en escena de Lean, como al trabajo de los actores.
Y menciono la puesta en escena, porque Lean apenas emplea planos de gran angular o travellings. Filma ‘Breve encuentro’ de un modo en el que la acción esté siempre encuadra, para que la cámara se mueva lo menos posible. Solamente “distorsiona” esta puesta en escena para manifestar el estado anímico del personaje de Celia Johnson. Estamos, por tanto, ante una gran demostración de cómo la cámara sirve al director, de forma análoga, de la misma forma que para un escritor le sirve la pluma o el lápiz.
Por último, y para servir también de contrapunto a la pareja de enamorados, el resto de los personajes están marcados por el uso cómico que se hace de ellos. Es decir, ante tanta tristeza o pesimismo manifiesto en el filme, estos personajes aligeran la carga dramática, dando respiros al espectador; permitiendo, además, dejar presente un pequeño hilo de optimismo y esperanza en el aire.
Por lo tanto, ‘Breve encuentro’ es una gran película. Referente tanto para muchos cinéfilos como para muchos profesionales del sector cinematográfico. Una historia dura y tierna, a la vez. Puede sonar contradictorio, pero creo que todo aquel que se aproxime a la película y la viva (empatice) del mismo modo como les ocurre a los personajes, sabrá que dicha contradicción no es del todo un sinsentido. Un breve encuentro con los misterios del amor, con sus pros y sus contras. Un arma de doble filo, que, o nos hace mucho más gratificante nuestra experiencia en este mundo; o nos hiere en lo más hondo del alma.