Después de visualizar "Bienvenidos a Belleville", me declaro admirador, en su totalidad, del director y guionista Sylvain Chomet. En esta, su primera película, añade todos los elementos que hacen brillar el cine y que toda película debería tener: innovación, sentimientos, ternura, elegancia, amor al arte y, sobretodo, magia. Y es que, sin más, es un truco de magia, un cine primitivo cuidado al más mínimo detalle, inteligente, crítico y entrañable.
La historia es muy simple pero repleta de tópicos e iconos franceses: la sociedad de la época, la torre Eiffel, el Tour de Francia... Y, a su vez, refleja una crítica total a la idiosincrasia americana, trazando a personas obesas al amparo de una población ansiosa, ambiciosa y, en cierto modo, maleducada. Con detalles tan graciosos como "Hollyfood" o las estatuillas de los Óscar con sobrepeso. Chomet crea unos personajes muy caricaturescos y con mucha personalidad, que se relacionan con la actitud corporal pues apenas se habla en el film. Una música perfecta para crear el ambiente y una animación excelente.
Esta joya de arte es muy recomendable para experimentar el cine en estado puro, un clásico en que lo más importante es dejarte llevar y creer en la perfección de lo que estás viendo. Un regalo visual con uno de los mejores inicios que he visto en la gran pantalla. ¡Bienvenidos a Belleville!