Kirby Randolph es un duro vigilante de trenes que siente un gran odio hacia los indios, y particularmente hacia Satank, el jefe de los Kiowa, que provocaron una masacre en un vagón que Kirby tenía la misión de vigilar. Desde entonces, ni él ni su socio Sam Beekman son capaces de conseguir empleo, rodeados de desconfianza y del recuerdo de la sangre. El señor Griswold, de repente, rompe con esta tónica y los contrata a ambos, sin que su tren tarde en toparse con las perniciosas actividades de los Kiowa.