"Cronos" es un curioso y aceptable film de terror-fantasía, debut de director Guillermo del Toro.
Un anticuario argentino descubrirá por error un extraño ingenio creado en el siglo XVI por el alquimista Fulcanelli, que tiene la propiedad de rejuvenecer a quienes la utilicen si se le alimenta con sangre. Sin embargo, la situación se complicará cuando descubra que alguien está dispuesto a matarlo para robárselo. Luego de experimentar con los cortometrajes "Doña Lupe" (1986) y "Geometría" (1987), Guillermo del Toro debutaría con "Cronos" (1993), una suerte de historia vampírica alternativa en la que establecerá algunos de los principios básicos de su arte cinematográfico futuro, como su interés por la temática de los no-muertos y que se replicará en el futuro también en "Blade II" (1998), y la simbología de la sangre, y su tendencia a tener protagonistas jóvenes que sostienen interacciones muy fuertes con personajes mayores, como la bella relación que Del Toro plasma entre Jesús Gris y su nieta Aurora, que el director mexicano ha confesado es una proyección de la que él mismo tuvo con uno de sus abuelos. No obstante, será su latente interés en la entomología, que replicará en "Mimic" (1997) y "El Laberinto Del Fauno" (2006), que Del Toro encaminará una historia de vampiros poco tradicional por derroteros interesantes, sobre todo teniendo en cuenta lo que los insectos despiertan en el director, esa suerte de fascinación y representación de una larga existencia y aparente inmortalidad de los insectos a las circunstancias del tiempo y el espacio. En este caso, Del Toro utiliza la figura del escarabajo, un animal que inspiró los escarabeos o amuletos de vida y poder, que representaba el sol naciente y, por tanto, el renacer y la inmortalidad del alma y que, en la película, en una forma metálica, esconde una larva de un extraño insecto que tranza la sangre de su poseedor a cambio de regresarle el vigor y la juventud.
Así, en la cinta, Del Toro explora los caminos asociados al ancestral deseo humano de derrotar la muerte y abrazar la inmortalidad, pero también el progresivo camino hacia la degradación cuando por una cuestión accidental, como le ocurre al protagonista de la historia, se encuentra la clave para cumplir ese anhelo. En este viaje iniciático que Jesús Gris no ha pedido tomar y al cual cederá primero por una cuestión de curiosidad y luego como una obsesión desarrollada deliberadamente por el inventor del ingenio, Del Toro regala una primera parte bastante sólida e interesante, ya que se centra en el personaje del anticuario. Su degradación es el principal elemento que sustenta el desarrollo de la trama, a la que el director agregará el elemento emocional de la relación con la nieta, que como mudo testigo advierte, pero nunca juzga a su abuelo en este viaje hacia la perdición. Sin embargo, a medida que Del Toro desvía la atención de la trama hacia la necesidad y obsesión de De la Guardia, la película comenzará a experimentar varios problemas de ritmo, que son evidentes y que decoloran un tanto la trama, principalmente por la poca sustancia que el personaje antagónico tiene. Porque en realidad, Del Toro deposita sus mejores apuestas en su actor estadounidense fetiche, Ron Perlman, que oficia como verdadero antagonista, como lo veremos en el clímax, lo que es muy predecible, a decir verdad. No obstante, el film contiene algunos de los más eficientes efectos especiales del cine mexicano hasta esa fecha, que estuvieron a cargo del propio Del Toro, que como sabemos tenía experiencia en la elaboración de maquillajes para películas como "Cabeza De Vaca" (1990) de Nicolás Echeverría.
Vale destacar los efectos especiales referentes al mecanismo interno del ingenio y el insecto que aloja en su interior, y aquellas en las que el aparato se adhiere a la mano y al pecho de Jesús Gris para extraerle sangre, a cargo del efectista especial Laurencio Cordero, que trabajó con un presupuesto considerado alto para el cine mexicano, en que Del Toro incluso llegó a hipotecar su casa. La música estuvo a cargo de Javier Álvarez, quien aportó con una partitura dramática y barroca, en donde destacan especialmente notas bajas de chelo para reforzar la idea de lo tortuosa que se ha vuelto la existencia del personaje de Jesús Gris. Un elemento digno de destacar, es la atmósfera, ese ambiente crepuscular, tiznado y decadente que consigue dibujar en su relato y como digo, la propia idea y su imaginación imprimen una gran vitalidad al guión que lo hace bastante divertido y con serias pinceladas de terror en su transfondo. Sin embargo, se nota que el presupuesto era demasiado limitado y eso resta mucha fuerza e incluso credibilidad al relato. Sobre todo en el aspecto de la caracterización que es vital para el buen entendimiento de la película y que siempre parece demasiado artificial, poco especializado, y claro, si el protagonista termina siendo un ser al que se le cae la piel a tiras, esto parece un aspecto bastante importante. La cinta ganó numerosos premios nacionales e internacionales, como los 9 Arieles a Mejor Película, Mejor Ópera Prima, Mejor Argumento Original, Mejor Guión, Mejor Actor, Mejor Dirección, Mejor Ambientación, Mejor Escenografía y mejores Efectos Especiales, y fue nominada otras 4 categorías en México, y dos premios en el Festival de Sitges, al Mejor Guión y al Mejor Actor. También se quedó con un premio Mercedes-Benz del Festival de Cannes.
Las actuaciones son correctas, como ya señalé, Del Toro se asegura con dos buenos actores, que terminarían convirtiéndose en habituales colaboradores, comenzando por el argento-español Federico Luppi, que interpreta a Jesús Gris, un anticuario que pasa sus días entre su tienda y compartiendo tiempo con su adorada nieta. El siempre efectivo Ron Perlman como Ángel, el sobrino del acaudalado pero moribundo industrial, que hace de emisario y matón. Y Claudio Brook que encarna a De la Guardia, el industrial que está dispuesto a no ensuciarse las manos, aunque no quiere morir. En el resto del reparto, encontramos a la conocida actriz mexicana Margarita Isabel como Mercedes, la esposa de Jesús, que permanece en un segundo plano y desconoce el secreto de su esposo hasta bien entrada la trama. Mario Martínez, hijo de Isabel, interpretó al alquimista Fulcanelli. El siempre correcto Daniel Giménez Cacho es Tito. Y la entonces niña Tamara Shanath como Aurora, la nieta de Jesús.
En definitiva, curioso y aceptable debut de Guillermo del Toro como director, donde explora algunas de las temáticas que más le obsesionan como cineasta, como la sangre y la vida eterna, la relación de personajes jóvenes y ya mayores que no se cuestionan ni mucho menos reprochan los caminos que deciden tomar. Trata sobre el tiempo, la vida y la muerte, pero también sobre algo más importante: cuánto viviremos y cómo viviremos y moriremos, preguntas que se vuelven más importantes y a las que el director responde con el amor y la misericordia. Desgraciadamente, y aunque la película está repleta de una iconografía que el espectador puede degustar pacientemente, el desarrollo del film no acaba yendo por los mejores caminos y quizás hubiera necesitado un guión más elaborado y conciso en sus variantes.
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