Hubo un tiempo no muy lejano en que muchos jóvenes -apasionados o manipulados- deseaban hacer la guerra. Dispuestos a morir o matar en una edad más propicia para el amor. Jóvenes que abandonaron sus amigos, sus estudios, sus trabajos y sus países. Jóvenes que desde puntos de vista, ideologías o clases sociales antagónicas, lucharon convencidos de que cambiarían el mundo; aunque no supieran cómo, ni dónde, ni cuándo, ni para quién. Miles de jóvenes que terminaron convertidos en extranjeros de sí mismos.