No somos ni Romeo ni Julieta
por Diana AlbizuDespués de ser prácticamente proscrito de Hollywood a causa del fracaso de 'Waterworld' (1995), Kevin Reynolds siguió dirigiendo películas de repercusión nula ('187', 1997) o escasa ('La venganza del conde Montecristo', 2002) con la esperanza de que algún día sonase la flauta de la taquilla y así volver a la clase A de los grandes presupuestos. No fue el caso de 'Tristán e Isolda', que tuvo unos resultados muy discretos, pero, al menos en lo que respecta a lo cinematográfico, sí que mostró algunos signos de recuperación.
La película cuenta la leyenda celta medieval de Tristán e Isolda, pero inscribiéndose en la moda de dar una visión grave y realista de ciertos mitos, en la línea de 'El rey Arturo' (Antoine Fuqua, 2004), 'Troya' (Wolfgang Petersen, 2004) o 'Robin Hood' (Ridley Scott, 2010). Es decir, que se fuerzan los aspectos terrenales de la acción y la fábula, añadiendo un plus de suciedad al ambiente y tonalidades grises a la fotografía, pero, siguiendo la tradición habitual de Hollywood, las incorrecciones verdaderamente históricas siguen presentes por doquier. Pecados asumibles y asumidos. No como la transformación del amor romántico y adúltero entre Tristán e Isolda en una suerte de romeoyjulietismo bastardo más atrayente para el público joven pero muchas veces excedido en los niveles de almíbar.
A favor: La producción de los hermanos Tony y Ridley Scott se nota en decisiones de tono y dirección artística.
En contra: Todo es un miscasting de libro, empezando por James Franco y Sophia Myles como Tristán e Isolda, y llegando a los personajes de Henry Cavill y Mark Strong.