Allá por el año 2002, el director de un ambicioso proyecto protagonizado por un joven que había sido picado por una araña radioactiva, dejaba en claro que, posteriormente, habría una secuela a partir del gran éxito que su cinta había cosechado. Es inexplicable los sentires que, por aquel entonces, se pronunciaban en uno como admirador y aficionado de los cómics del arácnido, porque tras la confirmación de una segunda mitad, siempre se halla ese molesto pavor de cómo seguirá una historia que tuvo una satisfactoria presentación que le valió, ni más ni menos, para validar una ya mencionada secuela. Así, nace Spider-man 2, dispuesta a atraer al público a partir de un extravagante avance que se dejaba apreciar, eventualmente, por un temible y fuerte nuevo villano, el Doctor Octopus.
Spider-man 2 fue, es y continúa siendo el paso más acertado que jamás otro director que ha dado al comando de este emblemático superhéroe. En primer lugar, uno debe admirar como espectador que, con una simplicidad casi abstracta, Sam Raimi logra convertir a un hombre con superpoderes en un humano con los mismos conflictos que tú o que yo tenemos en el día a día. Un joven recién salido de la adolescencia, en busca de un futuro, con pretensiones y deseos que claramente se frustran a la hora de salir adelante, encontrar un trabajo cómodo e insertarse en un amplio y pesado ámbito social. Por otro lado, el melodrama de toda su vida, del cual se abstiene a avanzar a pesar de los encantos de una joven y pelirroja muchacha que enamora a nuestro protagonista de aquí a allá. Una trama tan humana como personal, en donde apreciamos con lujo de detalle las sensaciones y emociones de un inexperto y novato muchacho que, apenas acompañado moral y sentimentalmente por una excepcional Rosemary Harris (tía May), intenta ser ese "alguien" que tanto anhela, pero se queda en la deriva al saber, en cuestión, que su vida no es como la de cualquiera, porque en sus espaldas lleva la poderosa carga de una doble identidad, la de un héroe, la de Spider-man. A partir de esta entrada en escena, Peter comienza a transitar un camino semiplano, en el que por un lado quiere y sabe que puede llevar consigo la responsabilidad de ser un guardián de su ciudad, pero por otro, entiende las necesidades personales de cualquier otro ser humano, como las de asistir a tiempo a su universidad, de poder tener disponibilidad horaria para visitar a Mary Jane, a su tía May y unos cuantos quehaceres de una vida común y corriente. Y todo esto tan sólo es la cereza de un pastel que viene cargado de complejidad cuando un nuevo individuo, el Doctor Otto Octavius, haga su presentación en la historia, encarnado por un impecable Alfred Molina que nos hace creer a más no de lugar que es el indicado en su posición, y lo hace a partir de una entrada única y jamás vista en todo el género, una brillante escena en la que nadie notaría que Peter se encuentra dialogando, ni más ni menos, que con un futuro oponente. De esta manera, se desarrollan dos relatos que, pronto, acabarán relacionándose en una infaltable lucha entre el bien y el mal, donde por un error de cálculo, el Doctor Otto Octavius se condena a sí mismo a llevar consigo la pesada carga de cuatro tentáculos metálicos que actúan conforme a lo pedido por su autor. Y cabe mencionar, que así nace el cual es hasta el día de hoy, el mejor de todos los villanos con los que se ha enfrentado el trepamuros en los cines, el más desarrollado y creíble, pero sobre todo, el más humano, porque Raimi permite, desde su maravillosa dirección, que podamos también identificarnos con la encarnación maliciosa de este tramado. Pero nada en Spider-man 2 funcionaría sin la presencia de su estrella, Tobey Maguire.
El actor estadounidense reúne todo lo que se halla al alcance de sus capacidades para interpretar a un Peter Parker absolutamente sumergido en una etapa de profundidad moral y emocional. Cada minuto que pasa, es otro pequeño lapso en el que nos identificamos todavía más con el protagonista, ya sea por sus frustrantes momentos o por su característico perfil bajo, que en toda ocasión pareciera ser la razón primordial por la cual no logra salir de este embrollo. Y a la par, regala escenas fantásticas de un Spider-man ya bastante experimentado y sensacional, y sin lugar a dudas, deja la vívida sensación de ser, en cuestión el Peter Parker/Hombre Araña por excelencia, aquel que encarna con fidelidad al más serio y responsable arácnido de las historietas de Stan Lee, que vive afectado por su entorno, en uno en el que siempre habrá espacio, también, para los aprendizajes y reflexiones, que acompañan crudamente a un film que encuentra su poder y su razón de ser en la trascendencia de su integridad afectiva.
Spider-man 2 no es para cualquiera, porque aparenta tan sólo ser una continuación de una intrigante primera parte, pero analizada a profundidad, es de lejos la película más pasional, emocional y fiel que este vasto género nos ha regalado. Sam Raimi es muy inteligente a la hora de exponer su propuesta, principalmente por saber reunir todos los conceptos indiscutidos que deben dar presencia en un film del personaje, con ligeros toques de un humor que para nada le quita seriedad a la narrativa, con una dosis de extraordinaria acción y secuencias que son una delicia visual, con una banda sonora espléndida como sólo Danny Elfman podría componerla, con un villano que impone respeto y autoridad, pero que además, permite ser comprendido y entendido, y sobre todas las cosas, con una energía que la hace única en su especie, diferente y compleja aunque no lo parezca, que inculca responsabilidad, amor y valentía, siendo claramente los tres factores que prevalecen en el héroe araña. Por escándalo, la mejor y más representativa adaptación del trepamuros, la más humana, emocional, apasionada y épica, de la mano de un Sam Raimi que otorgó la mejor obra de su vida, y la de su protagonista sea dicho de paso.