Fantásticas inyecciones de perversidad
por Diana Albizu''Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket' es el tipo de película que todos deberíamos celebrar y mimar. Sobre todo en una época en la que hay que retroceder más de una década para reencontrarse con el genio de Tim Burton o donde la producción de películas fantástico-juveniles sólo parecen tener la luz verde asegurada si incluyen algún tipo de romance con la intensidad de un whatsapp adolescente (el contexto vampírico o distópico es lo de menos). Porque el filme de Brad Silberling sobre los relatos de Daniel Handler es un festival de imaginación y diseño de producción recargado que recupera para el cine infantil-juvenil con sustrato fantástico la retórica del asombro y no tiene reparos a la hora de abordar con buenas dosis de humor negro la crueldad y perversidad propias de la visión del mundo a esa edad.
Al fin y al cabo, estamos hablando de la historia de tres huérfanos (la nínfula Emily Browning, el despierto Liam Aiken y su hermana bebé) que, tras perder a sus adinerados padres en un incendio, van dando tumbos como adopciones de sus más grotescos familiares (interpretados con divertimento por Billy Connolly o Meryl Streep) mientras el malvado Conde Olaf les persigue en busca de su herencia disfrazándose como distintos personajes (todos ellos, interpretados por un Jim Carrey en llamas). La estructura episódica es una delicia, como también ver a los protagonistas hacer uso de sus habilidades para despistar a Olaf. En definitiva, probablemente se trate de la oscura, retorcida y divertidísima mejor película de fantasía juvenil de la década.
A favor: El torrente de energía, gesticulaciones y hasta autoparodia que es Jim Carrey.
En contra: Su decepcionante rendimiento económico impidió que se convirtiera en el inicio de una saga como estaba planeado.