"Muñeco Diabólico" es un correcto film, convertido en clásico menor de los 80s, que revitalizó el subgénero de las películas de terror de muñecos diabólicos, dirigido por Tom Holland. Charles Lee Ray, un asesino en serie acorralado por la policía y adicto al vudú, logra transferir su alma a un muñeco “Good Boy” antes de ser abatido. Poco después, una aproblemada madre, cumplirá con el insistente deseo de su hijo de 6 años, quién quiere que le compre un muñeco de esa colección, adquiriendo uno en el mercado negro y exponiendo sin querer a su hijo. Chucky, nace de la mente del guionista Don Mancini (guionista de toda la saga, 1988-2013), quién toma como premisa argumentativa la pediofobia, el miedo a los muñecos, para construir una historia bastante efectiva en términos de suspenso y entretención. Mancini basa la efectividad de su guión en la concepción transcendental del alma homicida en el muñeco poseído. En la escena inicial, en donde Charles Lee Ray está gravemente herido dentro de una juguetería, el asesino abandonará su cuerpo humano para trascender a otro material, que en este caso será un muñeco de plástico, sin embargo, ello no le impedirá que continue asesinando, no sólo porque buscará forma de volver a habitar en un cuerpo humano, sino por gusto.
Por otra parte, el guión trata, de forma superficial claro está, la difícil relación de Karen Barclay con su hijo Andy, en la que no vemos presencia paternal, sugiriendo que la madre no logra complacer a su hijo si no es con cosas materiales, en concreto el muñeco que el niño insiste en tener. Karen debe llevar sola el cuidado y mantención del niño, por lo que tiene que trabajar tiempo extra, encargando el cuidado a su amiga Maggie, quien a la postre será la primera víctima de Chuck y. Otro elemento argumentativo expuesto nuevamente de forma bastante superficial, es la dependencia del niño respecto al muñeco. La soledad de Andy, con una madre que intenta cerrar heridas escudándose en el trabajo, lo lleva a encontrar en Chucky un compañero, que desde el punto de vista del niño, está ahí y no tendrá que irse y abandonarlo. Más aún, el hecho de que la policía crea que el niño es el asesino de Maggie, la amiga de su madre, no hace más que presentar un gris presente y futuro para el niño, que está en riesgo de ser separado de su madre. Éstos elementos psicológicos están ahí, claro está, sin embargo para efectos de la trama y acción de la película, no son desarrollados en profundidad por Mancini, ya que no debemos olvidar que al fin de cuentas éste es un film de terror, una versión “más infantil” de otros asesinos en serie ya consolidados por esos años (como Michael Myers, Jason Voorhees y Freddy Krueger), que basa su efectividad criminal no en su fuerza física o poderes sobrenaturales, sino más bien en el factor sorpresa y sus inesperados ataques letales.
Contrariamente a lo que veremos en las secuelas (1990-2004), Chucky no aparece como un villano demasiado carismático y simpático, y hasta cierto punto sarcástico. En la práctica, es una máquina de matar tanto o más efectiva que cuando su alma estaba en su cuerpo humano, y ello responde evidentemente a la intención de presentar un villano frío y bastante pragmático, en donde asesina a la amiga de su madre con un martillo y lanzándola por una ventana de un edificio, a su traidor cómplice en una explosión de gas, a su maestro de vudú al que quiebra los huesos, y al psiquiatra que cuidaba de Andy, a quién electrocutado. Evidentemente, el guión tiene algunas incongruencias como el irritante hecho de que el niño sea todo el tiempo ignorado por los adultos que lo rodean, se sale de la escuela, anda en la calle y llega la estación de policía sin que nadie se dé cuenta, o que en la transferencia del espíritu de Chucky, sólo se requiera recitar un conjuro, del cual nunca se dice en que idioma está y que alcance tiene, y que además no tiene ningún tipo de ritual, resultando demasiado simplista, en mi opinión. Al respecto, sólo se menciona que el espíritu de Lee Ray volverá a la vida cuando se retransfiera a la primera persona a la que se manifestó en su nueva esencia de muñeco, en este caso, obviamente Andy Barclay. Pero no hay que engañarse y advertir que así como el muñeco es violento, también recibirá su cuota de regreso. Así es porque Chucky, diseñado por Kevin Yagher libremente en los muñecos Cabbage Patch Kids creados en 1978, con un rostro aparentemente inocente, recibirá en el clímax una verdadera paliza, que incluirá que lo quemen en la chimenea y le den de escopetazos. Hasta un dejo de desquite con todo aquello de aspecto tierno tienen estas escenas, que pueden resultar hasta graciosas para el espectador.
Las actuaciones son regulares, en donde podríamos destacar por sobre el resto a Brad Dourif como el lunático Charles Lee Ray, cuyo mayor mérito es dar vida a la voz de Chucky. Seguido del niño Alex Vincent como Andy Barclay, cuya alma es el objeto de deseo de Lee Ray. Chris Sarandon es el detective Mike Norris y Catherine Hicks es Karen Barclay, la madre de Andy, que en mi opinión tienen una performance poco lograda, ya que nunca le impregnan a la cinta el equilibrio de adultez al film. El resto del reparto pasan bastante desapercibido.
En definitiva, una película que inicia de forma sólida la franquicia, presentando una idea original, que bien pudo haber tenido mayor impacto de haber tenido un tratamiento más detallado e inteligente del villano, que de cualquier forma es bastante violento, y que debió tratar mejor también la trama vudú. Chuky es un referente de la cultura de los ochentas que transgredió las barreras de su época y que, incluso hoy, quiere decirnos cosas con sus manitas diabólicas. Para bien o para mal, está ahí... Hasta en la mirada de los muñecos de casa.