Chile, años noventa
por Rodolfo SánchezCon su primera película, La frontera, en 1991, el director chileno Ricardo Larraín llamó la atención internacionalmente a pesar de la irregularidad de la propuesta. Pero tardó casi ocho años en realiza su segunda obra, una producción muy ambiciosa, El entusiasmo. Con ella, Larraín pretende radiografiar los cambios efectuados en Chile durante la década de los noventa desde diferentes perspectivas. Sin embargo, las pretensiones de Larraín van paulatinamente difuminándose ante la imposibilidad de narrar todo lo que desea mostrar, sin darse cuenta de que la acumulación de elementos e ideas no siempre es sinónimo de profundidad. Habría requerido una menor obviedad y un mayor orden en dichos elementos, centrarse quizá en algunos de ellos y dejar que el resto fueran surgiendo de la narración. Máxime cuando en la segunda parte de la película todo acaba enredándose en exceso y aunque sean comprensibles sus intenciones todo acaba siendo esquemático, convencional, sin incisión alguna. La buena realización queda en nada por un guion apresurado y sin garra en su resolución, dejando pasar la oportunidad de trabajar una idea que era muy buena en su base pero que acaba quedando en tan solo eso.
A favor: Los actores.
En contra: El esquematismo en el que cae la película.