"Los Niños Del Brasil" es un fascinante e interesante drama histórico, dirigido por el legendario Franklin J. Schaffner y protagonizado por los reconocidos Gregory Peck y Laurence Olivier. En el Paraguay de los 70s, un joven pero inexperto “cazador de nazis” estadounidense logrará localizar al polémico Dr. Josef Mengele y un grupo de esbirros operando un experimento de clonación aria, terminando asesinado. No obstante, alcanzará a comunicar el hallazgo al incrédulo investigador judío Ezra Lieberman, quien continuará buscando pistas para corroborar la veracidad de la acusación. Josef Mengele (1911-1979) fue un controvertido médico, antropólogo y oficial alemán de las SS durante la II Guerra Mundial, famoso por sus experimentos científicos y éticos con prisioneros y ejecuciones en las cámaras de gas, que lo llevaron a ganarse el apodo de “Todesengel” (El Ángel de la Muerte, en alemán). Mengele logró escapar a la justicia internacional acabada la II Guerra Mundial y emigrar a Sudamérica, en donde vivió entre 1949 y 1979 en Argentina, Paraguay y Brasil sucesivamente. A pesar de los intentos internacionales y de la MOSAD, el servicio de inteligencia israelí, por ubicarlo, Mengele se dio maña de nunca ser capturado y procesado, muriendo irónicamente en un accidente en un lago, a fines de la década de los 70s. Personaje siniestro y fanático como pocos, Josef Mengele sería, entonces, epítome referencial del lado más perverso de la ciencia al servicio del poder y supremacía racial. Así lo comprendería el prestigioso novelista estadounidense de origen judío Ira Levin, autor de las novelas “Rosemary’s Baby” (1967) y “The Stepford Wives” (1972) llevadas al cine por Roman Polanski (1968), considerada piedra angular del terror psiológico moderno, y Bryan Forbes respectivamente, para escribir la también exitosa novela “The Boys From Brazil” (1976) sobre hipotéticos experimentos de clonación de nuevos líderes nazis por parte de Mengele, en Brasil, durante la década de los 70s.
La idea de clonar seres humanos puede no parecer tan descabellada en nuestros días, sobre todo si hacemos una revisión actual de artículos científicos, pero a mediados de la década de los 70s parecía un pensamiento extravagante y de ciencia ficción, a pesar de los adelantos de la ciencia. Ciertamente, puede resultar delirante y paranoico el leitmotiv pero también original y terrorífico, y esa dualidad es precisamente el mayor atractivo para una historia que nunca deja de ser interesante e intrigante. Es más la posibilidad, aunque fuese ínfima de que el nazismo resurgiera de las cenizas, en el lugar menos pensado (la lejana y retrasada América Latina) y de la forma menos pensada, creando clones de Adolfo Hitler, no deja ser perturbadora. El film inicia con un joven y poco experimentado “caza-nazis”, Barry Kohler, tratando de reunir evidencia para denunciar una conspiración destinada a resurgir el nazismo en Sudamérica, operación encabezada por el diabólico Dr. Josef Mengele. Excitado por la dimensión de las pruebas fotográficas y conversaciones clandestinamente grabadas, Kohler contacta al experimentado investigador judío Ezra Lieberman, personaje evidentemente basado en el histórico Simon Wiesenthal (1908-2005), arquitecto, contador y caza-nazis tras su reclusión en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen. Descubierta la osada acción de Kohler, Mengele se encarga de ubicarlo y eliminarlo, pero Kohler ya comunicó cierta información que llevará a Lieberman a investigar la veracidad de los hechos. Así inicia una trama que aunque bastante inverosímil, un fotógrafo osado teniendo habilidad para llegar hasta las mismísimas barbas de Mengele, logra enganchar el interés del expectador y aún más cuando se exponga en la reunión de nazis presidida por el “Ángel de la Muerte” la necesidad de concretar el plan de asesinar a 94 hombres de 65 años.
No obstante, mientras Lieberman se muestra cada vez más intrigado por el motivo de semejante misión, también crecerá un sentimiento de especulación y duda en el espectador del porqué de la maquiavélica cruzada encargada por Mengele, muy a pesar de algunos generales y coroneles nazis que no terminan por convencerse del alcance y éxito de los experimentos del demente científico. Puede que la investigación de Lieberman en la trama resulte demasiado pausada, pero en ningún caso aburrida, en especial cuando después de entrevistarse con las viudas de algunos de los 94 hombres que han sido asesinados, el vengador judío complemente su investigación visitando a la criminal nazi Frieda Maloney en prisión y al genetista Dr. Bruckner. Lieberman comprenderá, entonces, las monstruosas dimensiones de la conspiración de Mengele, que planea completar la fase final de su experimento genético desarrollado hace 14 años, cuando clonó el ADN del dictador nazi, requiriendo ahora reconstruir el entorno social del entonces adolescente Adolf Hitler, que perdió a su padre justamente a los 14 años. Lieberman une así cabos sueltos con la evidencia encontrada de tres adolescentes idénticos de piel blanca, pelo negro lacio y ojos azules, de diferentes padres no nazis que fueron asesinados o están por ser asesinados, la conexión de Maloney y la presencia de Mengele encabezando las reuniones nazis en Paraguay. Otro elemento narrativo digno de destacarse en el guión es la adecuada y correcta exposición de los dos grandes protagonistas, que Schaffner presenta en semejanzas y diferencias, aparte de su evidente antagonismo. Ambos hombres son obsesivos con su trabajo: Mengele con la perpetuidad de la hegemonía de la raza aria a través de la ciencia y experimentación genética, y Lieberman con perseguir y capturar para llevar a la justicia a la mayor cantidad posible de criminales de guerra nazis.
Ambos son hombres maduros a los cuales se les acaba el tiempo: Mengele presionado por los propios altos mandos nazis que no están del todo convencidos con el experimento del “Ángel de la Muerte”, y Lieberman porque trabaja prácticamente sólo, sin apoyo de organizaciones, debiendo viajar y exponerse constantemente a que sean interceptado por nazis, aunque este punto parezca algo inverosímil sabiendo que existía la MOSAD, por ejemplo, como principal coordinar de la persecución y captura de Mengele durante los 60s y 70s. Y finalmente, ambos están dispuestos a dejar la vida por acabar con su misión: Mengele convencido de que puede generar las condiciones necesarias para asegurar líderes para un hipotético IV Reich, y Lieberman porque está tan abocado a su misión vengadora, que teniendo sólo a su hermana, no tiene mucho más que perder. Se podría decir, que es un film visionario, por exponer la clonación, pero en su momento estando en una etapa embrionaria, Schaffner y los productores Martin Richards y Stanley O’Toole debieron promocionar la película más bien desde la perspectiva del resurgimiento del nazismo en una latitud lejana y ajena al contexto europeo de aquellos años, más abocado en la Guerra Fría. Lo anterior no quita que no profundizaran en el tema de la clonación no sólo en el aspecto explícito de los niños clonados: hay una cuestión escalofriante en el diálogo de Lieberman y el Dr. Bruckner, cuando el científico le señala si acaso no le gustaría tener a varios Mozart y Picasso clonados maravillando de nuevo al mundo y el investigador judío le haga ver que los nazis no están por clonar a genios artísticos sino a líderes raciales y dictatoriales, y aun así Bruckner señala excitado que le encantaría estudiar a esos clones juveniles de Hitler. Un diálogo que expone la cuestión de los límites de la ética en la ciencia, que siempre queda en una incómoda situación valórica sobre los alcances de su intromisión. Habrá otras escenas de cierto horror psicológico, ya en el epílogo con la conducta de Bobby Wheelock con las fotos del desenlace de Mengele y Lieberman, y aquella recordada exclamación “¡Loco!”, sin saberse si se refiere a sí mismo o a Menguele. Lo que si queda claro es que Wheelock es un adolescente violento, inteligente e inmisericorde. Sin embargo, aunque modesta en su factura (no es una superproducción), es una película que tiene varios momentos de fotografía dignos de ser citados, como la escena en que la cámara da cuenta de la belleza natural de la finca de Mengele para terminar en los expresivos ojos azules de un niño negro. La escena que recorre el sótano de la casa del niño para terminar en la silueta de Mengele. Y por último aquella postal imponente del encuentro entre un padre adoptivo y el asesino nazi en una represa en Uppsala y el horrible destino del primero.
Las actuaciones son notables, siendo otro de los grandes méritos del film, destacaría su reparto protagónico encabezado por los experimentados Gregory Peck y Laurence Olivier. Peck, ganador del Óscar por “To kill A Mockingbird” (1962), ciertamente está algo sobreactuado en algunos momentos, pero no se le puede negar histrionismo para interpretar a uno de los fanáticos más extremistas de la enfermiza ideología nazi, recibiendo una nominación al Globo de Oro por su interpretación del Dr. Josef Mengele. Por su parte, Olivier, también ganador del Óscar por “Hamlet” (1948), y que ya recibió en 1946 un Óscar honorífico por su trabajo en la película "Enrique V", y otro más por toda su carrera profesional en 1979, también recibió su nominación al Óscar, en su impecable actuación como Ezra Lieberman, el veterano caza-nazis cuyo temple le hace llegar hasta el mismísimo Mengele en una surrealista y recordada escena final, en la que vale preguntarse, qué lleva a dos hombres educados e inteligentes llegar a un barbarismo tal de morderse y arañarse, con el estruendoso sonido de los perros encerrados de fondo. Completan el reparto, el siempre efectivo James Mason que encarna a Eduard Seibert, superior nazi cercano a Mengele que supervisa sus actividades y que tiene injerencia y participación en la toma de decisiones. Denholm Elliott y Michael Gough personifican a Sidney Beynon y el señor Harrington, padres adoptivos de algunos niños clonados. El suizo Bruno Ganz encarnó al Dr. Bruckner. La legendaria maestra de actores y formadora de actores (Al Pacino y Whoopi Goldberg entre otros) Uta Hagen, personifica a la criminal nazi encarcelada Frieda Maloney. Y un joven Steve Guttenberg como el excitado Barry Kohler, quien inicia toda la investigación.
En definitiva, fascinante e interesante drama histórico. Una película entretenida y sólida con una temática original y visionaria considerando su fecha de estreno, la clonación, y resultando en la actualidad bastante más siniestra que en su momento. Tiene el siempre atrayente tema del nazismo, una primera parte muy bien estructurada y llena de suspenso, el grato duelo interpretativo de Peck como el maquiavélico, cruel y siniestro "Angel de la Muerte", y de Olivier como el alter ego de Simon Wiessenthal, y aunque en la segunda mitad baje un poco el tono y a muchos no les guste el desenlace, es en mi opinión, uno de los mejores filmes de Schaffner, que no ha perdido un ápice de su suspenso y es una adelantada a su tiempo en cuanto el tema de la clonación.
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